Sobre Idowu Oluwaseun
por Sasha Bogojev
Históricamente, el propósito del retrato era principalmente conmemorar a los ricos y poderosos, situándolos figurativa y literalmente por encima del pueblo llano. Desde las representaciones altamente estilizadas de los faraones egipcios hasta las cabezas esculpidas de líderes y personalidades famosas en la antigua Grecia, no fue hasta el siglo XVII cuando las asociaciones cívicas y empresariales, así como los individuos ocasionales, empezaron a encargar a los pintores holandeses y flamencos la realización de sus retratos. Este momento marcó el nacimiento de uno de los géneros más reconocidos y populares de la pintura, una crónica continua de la historia de la humanidad, y el formato particular que Idowu Oluwaseun explora a través de su actual serie, Revoluciones por minuto.
Después de presentar el lado A de este cuerpo de trabajo con la Galerie Voss en Düsseldorf, Alemania, en octubre de 2020, el artista nacido en Nigeria y con...sede en Houston está a punto de revelar el lado B de esta serie con Reiners Contemporary Art en Marbella, España, a partir del 4 de junio de 2021. La exposición, que incluye nuevos acrílicos a gran escala sobre lienzo, junto con estudios de acrílicos sobre lino, continuará la exploración de Oluwaseun de su propia cultura a través de la reinvención de elementos evocadores de su crianza. Centrándose en la música y la moda como algunos de los elementos más impactantes que resonaron en él y en su generación en todo el mundo, el artista construye metáforas poéticas sobre el pasado, el presente y el futuro de su tierra natal, al tiempo que crea un vínculo emotivo y empático con el resto del mundo.
Al crecer en un país profundamente marcado por su injusto pasado, Oluwaseun estuvo expuesta con regularidad a retratos fotográficos tradicionales de la población local presentando con orgullo su oficio, promocionando su negocio y mostrando sus posesiones más preciadas. A menudo vestidas con trajes tradicionales, estas imágenes compuestas tenían como objetivo mostrar el parecido, la personalidad e incluso el estado de ánimo de la persona, centrándose en los ojos, que debían comprometer al sujeto con el espectador. Consciente de lo difícil que era para estas personas alcanzar tal nivel de éxito y reconocimiento, el artista comenzó a pintar una especie de anti-retratos, en los que los ojos y los rostros de los retratados se ocultaban con trozos de tela. Los mismos colores vibrantes y patrones fluidos que se exhibían con orgullo para expresar el estatus de la comunidad y el vínculo cultural se convierten en una molestia social simbólica. Como un recordatorio aleccionador de las atrocidades históricas que dieron forma al país y a la región, estas imágenes son también una llamativa metáfora del desprecio global de la cultura y el pueblo de Nigeria, así como de África en su conjunto. Y aparte de estos temas locales, sus retratos femeninos cubiertos de encaje hablan de la vulnerabilidad de los sujetos con respecto a la justicia social y económica, abordando claramente el acuciante tema de la desigualdad de género. Escondidas detrás de la delicada tela transparente, estas mujeres buscan incansablemente, aunque en vano, escapar de su injusto entorno, que las evalúa en función de su apariencia.
Para conectar aún más su tradición e historia nativas con el resto del mundo, la obra de Oluwaseun está impregnada de referencias ampliamente reconocibles a la música, la moda y la cultura popular. Empleando a fondo el poder de la música como lenguaje universal, el artista incluye regularmente imágenes de fundas de discos, boomboxes o cintas de casete, para construir visuales relacionables pero que invitan a la reflexión. Sus sujetos de moda, vestidos con chándal Adidas, zapatillas Chucks y gorras Kangol, trasladan al espectador a la década de los 90, al tiempo que exponen una sorprendente diferencia entre cómo se vivieron esos años en distintas partes del mundo. Al mismo tiempo, este enfoque tan refinado a la hora de elegir y representar los trajes, conecta el arraigado interés del artista por la moda junto con su sincero entusiasmo por pintar los pliegues de las telas y el juego de la luz en su superficie. Como guiño a las obras de los antiguos maestros, Oluwaseun presta mucha atención a la composición y a la ambientación de sus imágenes de referencia, con un importante acento en la anatomía, el volumen, la fluidez, la combinación de colores y el juego de luces. Al mismo tiempo, aunque trabaja dentro de un ámbito de realismo meticulosamente refinado, insiste en mantener visibles las pinceladas, los pigmentos y las texturas y en dejar una evidente huella humana en la superficie del lienzo. Cada uno de estos elementos técnicos se elige y ajusta cuidadosamente para que contribuyan a la esencia misma de su práctica: transmitir su mensaje emotivo.
Por último, la fascinación de Oluwaseun por la música supera la conexión general con ciertas melodías y celebra, en cambio, sus capacidades curativas, edificantes, alentadoras y fortalecedoras. Recordando las canciones y los artistas que mantuvieron alto el espíritu de su pueblo en los tiempos más oscuros, se apropia de la melodía, la armonía y el ritmo con habilidades casi mágicas. Integrados hábilmente en su imaginería rayana en el surrealismo, con acentuados y sugerentes escenarios de luz, estos elementos se suman al ambiente místico en el que se desenvuelven sus dignos sujetos. Esta interdependencia entre la identidad y la música se extiende hasta el título poético pero decidido de las dos presentaciones y del conjunto de la obra. Mientras el ritmo de la melodía estimula el latido del corazón del pueblo, inspirando y apoyando la continua lucha por los cambios fundamentales hacia la justicia, la igualdad y el reconocimiento, el artista retrata las posteriores Revoluciones por minuto.
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El artista Idowu Oluwaseun nació en Lagos en 1982 y vive actualmente en Houston, Texas; estudió inicialmente en la Escuela de Arte, Diseño e Impresión del Yaba College of Technology de Lagos y después con Rita McBride en la Academia de Artes de Düsseldorf. Sus cuadros transmiten una atmósfera cargada de magia, a veces incluso misteriosa, aunque no es un surrealista proclive a lo mágico como René Magritte, sino un realista apasionado con cierta predilección por los detalles.
Trabajando a partir de sus propias fotografías, no se contenta con hacer que los cuadros se parezcan a las fotografías.
Más bien, destaca su efecto fotográfico, ese extraño "como si". De hecho, aunque su similitud con las fotografías es tan llamativa, sigue siendo evidente que aquí el pintor está reproduciendo con maestría y sutileza en la pintura las fotos de tal manera que las imágenes producidas en el proceso pueden, al final, considerarse efectivamente como cuadros completos. Aquí, el pintor simula virtualmente a un fotógrafo de manera perfecta, pero al mismo tiempo se desvía de la plantilla.
Entrada actualizada el el 15 jul de 2021
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