”El arte se condensa a través de su expresión lo que la vida, a través de vicisitudes, nos ha hecho sufrir, desear y desesperar”
Más de un centenar de obras entre pintura, escultura, dibujo, grabado y cerámica se dan cita en esta nueva exposición en Cultural Cordón. Una muestra que procura reconstruir el personal universo artístico de su compilador, Antonio Ródenas García-Nieto, una figura insólita en el panorama cultural español del pasado siglo.
La exposición en Cultural Cordón quiere responder a los muy variados intereses de Antonio Ródenas, pero sobre todo quiere poner a disposición del público un conjunto de obras relevantes, muchas de ellas poco o nada conocidas, debidas a la mano de artistas como Darío de Regoyos, Benjamín Palencia, Andrés Conejo, Daniel Vázquez Díaz o Valentín de Zubiaurre entre los pintores; Manolo Hugué, Juan Haro, Cristino Mallo o José Luis Medina entre los escultores; además de importantes obras de arte...antiguo de escuela flamenca y española. Un conjunto al que debe sumarse especialmente su colección cerámica con obras españolas de los siglos XVI-XX (Talavera, Puente del Arzobispo, Manises, Triana…), así como otras contemporáneas -menos frecuentes en las colecciones de nuestro país- realizadas por diseñadores como Cuno Fisher (Alemania), Aldo Londi (Italia), Berte Jensen (Dinamarca) o Ulla Procope (Finlandia), sin olvidar a los españoles Mauricio Sanguino, Pedro Mercedes o el propio Pablo Picasso.
Antonio Ródenas (Madrid, 1922-1997), escritor, empresario de éxito y máximo accionista de la compañía discográfica Hispavox, prefirió una vida retirada, consagrada a la escritura, la lectura detallada, la crítica artística y la contemplación de las obras y objetos que conformaron su paisaje íntimo. Apenas ninguna de estas facetas tuvo una dimensión pública. Tanto sus escritos como su actividad compiladora apenas traspasaron el muro de sus más allegados.
Lo primitivo. Lo incontaminado
“¿Cuál es la verdadera emoción estética? ¿La sensorial –cosquilleo epidérmico de nuestra sensibilidad– o la intelectual –caricia fría y cultivada nuestra mente–?“
Con apenas veinticuatro años Antonio Ródenas inicia su colección de arte. Desde muy temprana edad, en 1941, había comenzado la escritura sistemática de sus Diarios. Alejados de la banalidad, de la suficiencia o de la presunción que acompañan con frecuencia a este tipo de literatura, los Diarios de Ródenas constituyen una rareza intelectual. Un espacio de análisis personal, sí, de posicionamiento crítico, pero también un medio de relación cultural donde se transparenta la difícil supervivencia intelectual en la España de la dictadura.
Intuición
“El arte proviene de un sexto sentido: la intuición. El intelectualismo es un obstáculo para la eclosión del verdadero arte”
Una de las particularidades de la colección de Antonio Ródenas es que esta es resultado de su formación cultural. Se ha dicho que Ródenas, antes que el término “coleccionista”, le cuadra el de “connaisseur”, un especialista del gusto que se maneja por igual entre la experiencia y la erudición, pero que no desdeña cuanto de subjetivo, azaroso y placentero tiene el arte, anteponiendo la intuición y la sensibilidad. Su pasión por la cultura francesa y en particular por la figura de Cézanne le condujeron hasta la ciudad de París, ciudad en la que residiera en dos períodos entre 1949 y 1951. Un tiempo en el que aún mantiene el apelativo familiar de “Nin” Ródenas en la firma de sus escritos.
Un cierto ascetismo
“La tragedia del hombre actual, la mía, la tuya, la de éste, la común tragedia de todos nosotros, hombres del siglo XX: no considerarse como algo trascendente, más allá de la limitación del instante que pasa”
La mayor parte de la colección de Antonio Ródenas puede interpretarse en clave ascética. No tanto porque en ella se inserten obras de argumento religioso, sino porque la relación de Ródenas con el arte contiene un punto de veneración, una sacralización que se sobrepone a la posesión del objeto. Para Ródenas el arte es trascedencia y es también un modo de justificar su vida personal. En los Diarios de Ródenas son constantes y explícitas las alusiones a su homosexualidad y a la dificultad de aceptarse a sí mismo. El fervor religioso constituye un reverso paralizante y contemplativo que extrapola hacia el arte sin dificultad: “¡Con qué placer tan hondo […] me hubiera entregado yo a la escultura, de haber nacido para ella! Quizás sea el escultor el ser que, como creador […], esté más cerca de Dios”, escribió en sus Diarios.
Consignar el ser de los demás
“Aprendemos a ver nuestra vida en el arte. El arte es el maestro que nos aclara el misterio de nuestras almas, la confusión de nuestros sentimientos, la incoherencia de nuestras reacciones y nuestros actos”
La colección de arte que custodia la Fundación Antonio Ródenas García-Nieto sobrepasa las quinientas obras de pintura, escultura, grabado, dibujo y cerámica. La colección cerámica se aparta por completo de los compendios más convencionales. De todos los artistas con los que Antonio Ródenas tuvo relación es a Benjamín Palencia a quien más páginas dedica en sus Diarios. Su admiración por él fue absoluta. En varios pasajes de sus Diarios refiere Antonio Ródenas su admiración por cuantos son capaces de crear mientras él mismo se somete a una implacable autocrítica. El arte es un modo de construirse; al apropiarse de una belleza cedida por sus artífices, Ródenas consigna tanto el talento del artista como la obligación moral de advertir su compromiso con la sociedad.
Una de las últimas notas de los Diarios de Ródenas nos pone también en guardia. Al fin y al cabo, toda su escritura no deja de ser una compleja elaboración literaria: “Mi biografía, aunque incompleta, la he escrito yo mismo. Y puedo afirmar que hay mucho de invención en ella. También las verdades se inventan, casi tanto como las mentiras”.
Entrada actualizada el el 14 feb de 2022
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