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Negro refulgente sobre negro profundo; los huesos translucen un naranja vital; líneas negras y grises; sombras; el blanco crudo de la muerte vieja; Anticristo se secó en la cruz, nunca resucitó, y un intenso halo de oro le corona su cráneo de pájaro. La muerte prevalece. Sacrilegium!

Los cuadros de esqueletos de Lucadamo poseen la misma sensualidad y gravedad que las pinturas de la Edad Media y el Renacimiento; son apaciguadores al mismo tiempo que remueven los sentimientos y pensamientos más inquietantes; y la inevitable tragedia de la muerte (el Anticristo) se confunde con el aspecto cómico de la vida (las ratas): tragicomedia.

Nulla ... ethica sine asthetica; nulla aesthetica sine ethica

La obra de Lucadamo evidencia una gran maestría técnica; no se llega a la belleza sublime si no tropezando miles de veces en errores y accidentes, que suceden durante las incansables horas de trabajo en la soledad del estudio, y que terminan desembocando en felices descubrimientos. Los esqueletos de Lucadamo son de belleza sublime, y el corazón no puede más que conmoverse ante ellos.

Seré pájaro arrodillado ante el homo volucris sapiens crucificado ad infinitum.

El tiempo se detiene en la deliciosa pincelada del artista; la estética -la belleza que percibe el ojo - se enreda con el pensamiento -hijo de la inteligencia, el conocimiento y la experiencia - y da a luz a una obra pictórica cuya existencia no se limita a su realidad visual, sino hunde sus raíces más hondo, en las ideas, en las emociones, in aeternum.