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En esta serie planteo un ejercicio alegórico, a partir de fotografías de archivo, tomadas a principios del siglo XX en el enclave minero de Portovelo- Ecuador, en el que la compañía norteamericana S.A.D.C.O  explotó sus minas de oro. El paradigma de la obra alegórica 'como lo plantea Craig Owens' es el palimpsesto: un texto que se lee a través de otro. El alegorista no inventa imágenes, las confisca. No se trata ... de reestablecer un significado original que pudiera haberse perdido, más bien de añadir un nuevo sentido a la imagen y  suplantarla. Dichas fotografías 'tomadas por el gerente de la compañía de ese entonces' han sido ampliadas a grandes dimensiones, sustituyendo el grano fotográfico 'el efecto de la luz sobre las partículas de los haluros de plata' por granos de pólvora, la cual al ser quemada deja una impronta de fuego y cenizas sobre la superficie del nuevo soporte. Con esto, intento pervertir los originales  y plantear una expansión de campo de la fotografía  hacia la pintura y el performance.

Los textos que acompañan a estas imágenes corresponden a los testimonios de  cuatro mineros centenarios que un día trabajaron para la S.A.D.C.O. y son un intento por restituir una memoria colectiva contrastándola con  una iconografía que forma parte del relato colonial

La acción de 'quemar' las imágenes podría tener una función catártica. Sin embargo, esta purga de fuego conlleva una paradoja: Desde una perspectiva psicoanalítica este acto simbólico implicaría la eliminación de recuerdos perturbadores pero mi acción supone una exacerbación de la memoria porque las fotos quemadas perviven y se redimensionan por la acción del fuego. A lo largo de la historia de la fotografía lo determinante siempre ha sido la mirada. En esta serie las imágenes confiscadas proceden de una mirada colonial que al ser incineradas no desaparecen, por el contrario  se recrudecen, de modo que se acentúe la violencia que está implícita en esa mirada, aquello que me hiere.  Una paradoja que no se resuelve, tal como ocurre con la contradicción inherente que existe entre  los signos e imágenes grabados en una urna cineraria y las cenizas que contiene. 

Sad. Co ' El Castillo Ciego  /  Sad. Co, ' The Blind Castle

'Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre' W. Benjamin

El poeta Roy Sigüenza, hará dieciocho años, se propuso hacer una crónica poética de Portovelo -su pueblo- y resolvió publicar un cuadernillo con el intrigante título de '¿Y vieron bailar el Charleston a la 'chiva' Marina?' El opúsculo tuvo el previsible destino -en estas ecuatoriales tierras ignaras- de circular en los márgenes, sin embargo consiguió fascinarnos a todos, bueno, al menos a todos los que habitábamos los márgenes de la producción simbólica. Portovelo está ubicado en la ladera occidental de los Andes ecuatorianos,  mismo que vivió sus días de gloria, antes de que la compañía minera norteamericana South American Development Company (S.A.D.Co) esquilmara sus minas de oro a principios del siglo pasado. Roy Sigüenza nos  acercó a la ignorada historia de este pueblo minero. Sus brillantes crónicas nos incitaron a Andriana Meyer y a mí a emprender el abordaje de estas memorias desde una perspectiva multidisciplinar del arte. Junto al poeta nos dispusimos a navegar en la memoria con el entusiasmo y la curiosidad de unos aprendices de etnógrafos.

Nos planteamos evocar las relaciones asimétricas surgidas en el enclave Portovelo, con el propósito de recuperar historias y memorias suprimidas personificándolas en  cuatro mineros centenarios que trabajaron para la S.A.D. Co; escarbar en sus testimonios los rastros de esa implantación en lo lingüístico, simbólico y cultural; analizar las relaciones neo-coloniales y las estrategias de resistencia de los vencidos.

Nos contaron los viejos mineros que untaban el barro de la mina en sus cuerpos con el propósito de guardar para sí algo de ese oro que veían pasar por sus manos pero que nunca les pertenecería. Esta metáfora de mínima resistencia, me pareció,  era una imagen poética potente  y me llevo a plantear la pieza de video a su alrededor.

La pieza consta de tres canales de video. Mientras en una de las pantallas los viejos mineros evocan su pasado en las minas, en una segunda pantalla aparece recurrente la imagen de dos hombres desnudos que empapan sus cuerpos con las arenas residuales de los pozos de cianuración.  En una tercera pantalla una cámara subjetiva hace recorridos por la arqueología industrial del enclave, de modo que el espectador se vea emplazado a  una dérive por las ruinas. La ruina -postulaba Benjamin- es el emblema alegórico por excelencia; escenifica la historia como un proceso de irremisible disolución  y decadencia: 'Todo lo que la historia tiene desde el principio de intempestivo, de doloroso, de fallido'.