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Hay en sus trabajos siempre un deleite por lo grotesco y sarcástico, su pincelada aguda se ceba en la idiotez, la monstruosidad, lo iracundo, también en el padecimiento de los rostros de los personajes retratados.

Su personalísima iconografía, los ambientes recreados, la fuerza de su imaginario plasmado en los lienzos de Sergio Sanz, se levanta a partir de un nutrido fervor lector, cinematográfico y musical. Todo lo inunda una atmósfera onírica, resultado de observar la realidad de fuera hacia adentro y a la vez manteniendo una prudente distancia que teje ese telón o filtro lumínico.

Su pintura más dramática, con imágenes funestas, con una tierra de polvareda asfixiante, que parece engullir a sus habitantes aparece en tres lienzos relacionados entre ... sí: El Caballero y la Muerte, Ogo-Pogo y La madriguera.

Aunque la verdadera protagonista en la mayoría de los lienzos de Sergio Sanz, es una mujer de cierta actitud turbadora, una dama un tanto díscola como las protagonistas de Gallinejas, Blues after Hours, Stratosphere o Si me la tocas te la canto. Aunque imponente, de tez blanquecina y mórbida, damas inquietantes y amenazantes que se imponen en sus cuadros como verdaderos fantasmas de carne y hueso atrapados y atrapadores de su genial imaginación (El forzoso, Del sagrado regazo, De la o), con cierta expresión desconcertante y sus habituales pantis gruesos que a través de un atrevido agujero o maltrechas composturas nos dejan entrever su pellejo. Una mujer más fuerte aparece retratada en Me quiero, con cierto dolor marcado en su ajada piel e imponente presencia. Total nostalgia desvelan las enlutadas De piel y Las pupilas muertas, que respiran cierto poso de la Guerra Civil.

Como tan bien explica en el texto introductorio del catálogo Raúl Eguizábal: "existe, en Sergio Sanz, una clara predilección por la figura femenina hasta el punto de que la figura masculina desaparece muchas veces para convertirse en algún ser extrañadamente andrógino", este es el caso por ejemplo de la pareja de Amor a 78 revoluciones cuya idea nace, como comenta el artista, de "una pareja freak tipo Cleveland".

Libres de toda aparente inocencia pero cargados de insolencia en sus insinuantes posturas se sitúan los protagonistas de La patria o Baphomet 1 y Baphomet 2. Como recuerda Eguizábal, Baphomet era supuestamente el ídolo al que adoraban los Caballeros de la Orden del Temple. Como explica el propio Sanz refiriéndose a Baphomet 1: "este cuadro tiene que ver con Pierre Klosowsky. Hay aquí una actualización de cierto mundo esotérico, vinculado a todo ese asunto de los templarios (…) Los soldaditos de plástico son aquellos con los que yo jugaba y a los que, no sé por qué, llamaba los fanjules. Están descabezados o quemados, o les faltan trozos de enredar con ellos".