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Entre Nono Bandera y Manolo Dimas, se dan numerosas casualidades; nacidos a finales de los años 50, desde muy jóvenes decidieron dedicarse al mundo de la pintura convenciendo a su maestro y padre Juan Bandera en el caso de Nono y a Alfonso del Moral en el caso de Manolo Dimas; así aprendieron en el taller el antiguo oficio de pintor. En el efervescente panorama artístico del Madrid de los años 80, formaban parte de la generación de los jóvenes pintores que hacían sus primeras exposiciones lo que les llevó a coincidir en diferentes actividades artísticas que se desarrollaban pero quizá, su cercanía se remonta a los Premios de Iberoamérica en Tren, allá por el año 1987 cuando ambos se encontraban pintando un vagón de ferrocarril en la estación de Chamartín. Desde entonces las ocasiones para coincidir en diferentes proyectos artísticos y profesionales se han ... multiplicado, su obra está representada en la Colección del Centro de Arte Museo Reina Sofía, son profesores titulares de la Universidad de Vigo en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra. En la década de los años noventa, tiempos difíciles para la pintura, la siguieron defendiendo como lenguaje renovador de las artes visuales, igual que la gran mayoría de los pintores internacionales que en los años ochenta calentaron el frío y austero panorama del arte, como por ejemplo Kiefer, Fischl o Neo Rauch, afirmándola como imprescindible en un mundo estético que ha acabado con la idea de género y ha fundido en la palabra arte todos los lenguajes posibles.

La pintura figurativa de Nono Bandera y de Manolo Dimas destilan ironía, ambos se apropian de las imágenes que otros han creado, las alteraran y reinterpretan para sorprendernos al destapar las infinitas posibilidades de manipulaciones y motivaciones veladas debajo de cada imagen.

Nono Bandera juega al travieso deporte de ponerle "bigotes" a la Gioconda, partiendo de los cuadros "pintura al peso", o de los cuadros que en algunas ocasiones encarga a otros pintores. Como si de un clásico taller de pintura se tratase, el cuadro se pinta a varias manos, unas manos pintan el fondo y otras manos, las de Nono Bandera, reinterpretan miméticamente la imagen divirtiéndose con los valores intocables que se nos han transmitido durante los años interminables de nuestra educación: la cultura y las buenas maneras. Lo que podría haber sido un paseo melancólico por la historia y la historia del arte, la geografía y las ciencias de la naturaleza, la religión y los deberes escolares se convierte en la ácida excursión por el tiempo en el que seguimos aprendido como debajo de cada realidad viven muchas "surrealidades".

Manolo Dimas ávido consumidor de iconografía de cualquier procedencia, parte en esta ocasión de imágenes nudistas que él ha manipulado, siguiendo el hilo de sus trabajos anteriores, en los que a menudo trabajaba con la tradición del desnudo en el arte, las escenas del taller de dibujo y pintura, el pintor y su modelo, la Arcadia… En esta exposición el tema es absolutamente contemporáneo, pues toma imágenes anónimas de tiempos vacacionales nudistas en donde la apariencia de libertad esconde la perversa realidad de los lugares acotados a los que pertenecen. En su ejercicio del oficio del pintor emplea diversas técnicas y trabaja con la idea de la pérdida del significado de las imágenes debido a la invasión iconográfica a la que somos sometidos por cualquier medio de comunicación de masas, de tal manera que la más figurativa de las imágenes acaba por fragmentación, superposición u otra circunstancia, en abstracción.