"Con el advenimiento de la razón el ser humano cobró conciencia de hasta qué punto su vida se encontraba sometida al capricho de poderes superiores. En el impulso, o plan, de condicionar esos poderes superiores con el fin de que le fueran propicios, nació el arte.

De esta forma, el arte en principio fue poco más que la manifestación de la intención mágica de lograr Gracia en la incertidumbre que acompaña a toda vida..

Según avanzó el hombre, avanzó su visión y comprensión de las leyes cósmicas en paralelo a su capacidad artística.

Poco a poco pasó de una visión mágica, causal, de la existencia, a una visión religiosa, absoluta.

En ese punto el arte caminaba en comunión con los avances espirituales del hombre, dando lugar al Arte con mayúsculas, es decir, al Arte sacro.

El Arte Sacro opera a través de los símbolos, o maneras de explicar el Misterio más allá de la palabra. ... Llega a donde la palabra no llega o, dicho de otra manera, expresa "el sentir del alma"

De forma inevitable el hombre avanzó en capacidad técnica y cayó en lo que, desde un punto de vista religioso, serían los brazos del Diablo, es decir, la conciencia de su valía intelectual.

En ese momento, llamado paradójicamente Renacimiento, se dio la separación definitiva entre Arte Sacro, o espiritual, y Arte Profano, o intelectual.

El Arte Sacro apela, satisface, los apetitos del Alma, absolutos. El Arte Profano apela, satisface, los apetitos del ego, duales.

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Nunca he sentido definitivo respeto por una obra, por excelente formalmente que sea, que hable del sentir de una persona en concreto, pues parte de un supuesto ficticio. Un supuesto que pretende de interés colectivo las idas y venidas interiores de un único individuo.

Respeto plenamente, sin embargo, la obra de un artista anónimo que con plena conciencia se entrega a servir a la Ley Universal, a ser un mero canal de verdades absolutas.

En el mundo griego, por ejemplo, no se valoraba tanto la impronta personal que un artista lograra en su obra como la capacidad que tuviera tal artista de expresar el canon, o Ley. Y nosotros, mal que nos pese, debemos a esa actitud nuestros cimientos en arte, filosofía, política y humanismo.

El arte actual, intelectual y parcial, está abocado a la extenuación, pues el intelecto tiene sus límites. Es imposible sentir a partir de cierto punto que se investiga, que se surcan nuevos caminos en el intelecto como no sea a través de la negación. Es algo así como explorar en una habitación cerrada.

Retomamos, pues, el testigo donde lo dejó el Arte Sacro. Retomamos la conciencia y convicción de ser diletantes en el infinito mundo del espíritu. Retomamos con humildad la pretensión de que a través nuestro se dé una manifestación del Misterio.

Una obra en la que el ego sólo aparezca en su nivel técnico, es decir, en lo menos importante.

Una obra que pertenezca a una órbita en la que las argumentaciones conceptuales sean innecesarias e inoportunas, es decir, una obra que pertenezca a la Tradición, que retome el testigo del ansia profunda de conversar con el Orden Superior que ha definido desde siempre y hasta siempre el verdadero Arte."