Vanesa Muñoz se enfrenta en esta exposición a su propia figura como artista y a su trabajo como creadora. A la utilidad de su obra frente a cuestiones como la banalidad del arte, la futilidad del objeto artístico, lo superfluo, el significado de hacer Arte... Nos muestra la capacidad de enfrentarse a ello a través de la constancia y la persistencia, tomando la figura de Sísifo como espejo. Su castigo: empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso, un trabajo duro que debe hacerse una y otra vez.
El concepto filosófico del eterno retorno sirve para enfrentar la realidad.
Vanesa toma como referencia lo conceptual frente a lo real del eterno retorno. Desechando esa realidad en la que la repetición no varía explicada a través de la física. Según la...entropía se perdería energía en cada repetición y acabaría disipándose. Y en termodinámica una repetición constante llevaría a una elevación de la temperatura hasta una destrucción. Por lo tanto en cada repetición sería necesaria una variación.
El eterno retorno es una concepción filosófica del tiempo, planteada en occidente de forma en la que el mundo volvía a su origen por medio de una conflagración. Una vez quemado, se reconstruía para que los mismos actos ocurrieran una vez más en él. Para la filosofía oriental, la existencia sigue siendo un hecho cíclico, en donde cada acto, cada instante y acontecimiento se repetirán eternamente. En contraposición, en el pensamiento oriental el eterno retorno llevará a la perfección del universo, pues en cada reinicio se pulirá cada hecho hasta ser perfecto. Vanesa Muñoz se aferra a su vocación de artista para afrontar la lucha constante que es enfrentarse a la creación artística. Lo hace planteando vivir la repetición del proceso creativo según la teoría del eterno retorno de Nietzsche. Deseando que se repita de nuevo, sin miedo, sin lamentaciones, consciente de cada minuto, puliendo cada momento y con alegría.
VANESA MUÑOZ
Las obras que Vanessa Muñoz se ubican, geológicamente, en una encrucijada tectónica. Con ellas pretende romper con la permanencia de la escultura situando la forma fuera del espacio en que se ubica. Como artista plástica y visual, se centra literalmente en ello sin retóricas, poniendo enfoque en la tensión puramente patérica, y convirtiendo el concepto en un simple pretexto en el proceso creativo, para conseguir una tautología formal a través de la técnica.
En sus piezas crea un enfrentamiento entre formas y materiales de naturalezas totalmente opuestas. Mezclando tratamiento geométrico, poliedros, líneas rectas, curvas, con materiales fríos y cálidos. Estas tensiones visuales generan las formas y de esta fricción entre texturas orgánicas y artificiales, cálidas y frías, rugosas y pulidas, brotan narrativas que en ocasiones adquieren tintes alquímicos y otras veces entroncan formalmente con la tradición constructivista.
Vanesa Muñoz (Madrid,1979) se licenció en Filosofía por la Universidad de Barcelona (2008) después de diplomarse como Técnico Superior Escultura en la Escola Massana de Bcn y Técnico Superior en Escultura de metal en la Escuela La Palma de Madrid. Terminando los estudios se alejó de cierto enfoque antropológico, mostrando un interés creciente por la física y las matemáticas. Desplazó el centro de gravedad hacia la ciencia como base para la creación artística, como epicentro de un mundo aparentemente ajeno a los caprichos del ser humano. Siente afinidad con el constructivismo ruso, y su admiración por Oteiza se transmite en un obra que, sin embargo, transforma esa deuda con un sesgo cálido y visceral que entronca con el legado de Eva Hesse y Louise Bourgeois. Se enfrenta con la densidad de un vacío, “chocando con lo real”, concibiendo la obra como “una hermosa ecuación, un teorema”: “la conciencia de la entropía, del devenir necesario, me lleva a rechazar lo superfluo. La forma es materia, lenguaje de su naturaleza, espacio y vacío, geometría y geología. La forma surge de esa estructura caótica que es mi ADN” Las esculturas de Vanesa Muñoz Molinero poseen la belleza de lo paradójico, al situarse en la encrucijada entre la búsqueda de lo inmanente y el anhelo de trascendencia, entre las emociones como materia prima que dimensionan la obra y la voluntad de superar esas contingencias mediante un proceso de abstracción mental.
Tony Cragg definía sus piezas tridimensionales como “modelos de pensamiento para ayudarnos a andar por el mundo”. Vanesa, como el escultor británico, descubre el relato oculto en la dialéctica entre formas y materiales, entre procesos artesanales y elementos industriales. A partir de la fricción entre texturas orgánicas y artificiales, cálidas y frías, rugosas y pulidas, brotan narrativas que en ocasiones adquieren tintes alquímicos y otras veces entroncan formalmente con la tradición constructivista.
La artista concretiza su proceso creativo escribiendo en el espacio una ecuación, dando volumen a un universo matemático con el que intenta ordenar una fracción de su pensamiento, pero éste acaba desbordado por una lava psíquica que se traduce en multiplicaciones epidérmicas: brotes florales, protuberancias punzantes, pelusa... O bien la madera sufre accidentes: quemaduras, fisuras expresivas...
El anclaje en el espíritu constructivista entra en conflicto con el triunfo de la incertidumbre heisenbergiana, las paradojas cuánticas y, en términos cotidianos, entra en conflicto con la vaguedad de todo razonamiento, con su poso surreal. Si la realidad se produce en el propio acto de observación, nos dice la física actual, el arte como “techné” constructora de realidades adquiere nuevas acepciones como reordenadora del mundo perceptivo. Vanesa reordena su entorno objetual invitándonos a franquear los límites de lo visual.
Anna Adell
Entrada actualizada el el 16 sep de 2021
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