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Segunda piel

La Galería Tribeca, tras su reciente participación en la 11ª Shanghai International Art Fair y a tan sólo una semana de volar a Miami para tomar parte, como única galería española seleccionada, en Art Now Fair, se complace en presentar por primera vez en España la exposición SKIN, comisariada por la artista alemana Heide Hatry (Holzgerlingen, 1965).

Esta exposición colectiva promete, cuando menos, no decepcionar ni dejar indiferente a ninguna mirada. El título de la exposición es absolutamente literal. Siete mujeres, artistas emergentes (Paula Ebanista, Lena Scherer, Christine Bofinger, Hermine Roth, la propia Heide Hatry, Emilia Burgos y Betty Hirst) que comparten, entre otras cosas, un mismo material como medio de creación: la piel de cerdo, traen a Madrid obras producidas entre 2003 y 2005.

Skin (piel en inglés) se convierte en Sin (pecado) con tan sólo eliminar una letra. Así de cerca se encuentra esta colección de fotografías, videoperformance y esculturas de resultar perversa pero, aunque la piel siempre ha provocado tendencias pecaminosas en el ámbito de muchas confesiones –en las religiones católica, judía, musulmana, el contacto carnal es tabú-, la perversión no está en el objeto, ni en la forma de tratarlo, sino en la mente del espectador. Sus objetivos poco tienen que ver con el sensacionalismo a menos que no sea como medio de provocar sensaciones. Ni las obras ni las artistas pretenden escandalizar, sino, fieles impenitentes a la razón de existir del arte actual, su misión es provocar la reflexión, sacudir nuestra doble moral, indagar en la frontera de binomios antagónicos como arte-“no-arte”, atracción-repulsión, objeto-concepto, belleza-fealdad, deshecho-reciclaje, al tiempo que supone una burla al fetichismo imperante, como una elegante friki contemporánea.

Esta exposición trata también de la descontextualización de objetos más o menos cotidianos o vulgares, pero no a la manera de Duchamp sino inseminándolos con una puesta en escena en absoluto casual, todo lo contrario. Detrás de cada una de las obras mostradas a lo largo de las tres salas, se esconde un trabajo intelectualmente exhaustivo físicamente milimétrico, formalmente impecable y titánico si medimos el esfuerzo en términos temporales.

Los anclajes históricos y contemporáneos de esta obra son innumerables e inabarcables en una reseña. Conectar estas obras con las realizadas durante la década de los setenta en torno al cuerpo como lugar de prácticas artísticas, el llamado Body Art (Chis Burden) y su hermano el Performance (Marina Abramovic en la línea imparcial y narrativa de sus obras de finales de los ochenta) es fácil, salvo que la artista enfatiza el uso, no de su propio cuerpo como lienzo, sino el de otros (los cerdos), su segunda piel. Las alusiones al arte llamado feminista también están presentes pero sin cargar las tintas en su componente político (Bárbara Kruger) o reivindicativo (Guerrilla Girls) más bien se relaciona con Judy Chicago cuando ésta afirma que “si el arte habla claramente de algo que es relevante en la vida de las personas puede cambiar el modo en que perciben la realidad”. La fotografía como soporte de discurso, de Nan Goldin, las cuchilladas sobre el lienzo, de Lucio Fontana, la cultura de la herida, de Andrés Serrano, el uso de formaldheídos como conservantes de tejidos biológicos, de las archifamosas esculturas neoobjetuales de Damien Hirst, el uso de la aguja – y las grapas- percibido como Louise Bourgeois “para reparar el daño”, por no hablar de las inquietantes conexiones formales con imágenes icónicas renacentistas y matissianas, son sólo algunas de las referencias propuestas.

Dejamos sin embargo que sea el propio observador el que descubra por sí mismo la conexión o hermanamiento con la obra de Cindy Sherman….. También se acerca al trabajo de Chistian Boltanski en tanto que incorpora una dimensión metafórica y simbólica a los objetos creando historias plagadas de referencias autobiográficas.

El poder evocador de la piel -sexualidad, identidad, raza, mortalidad, vulnerabilidad, putrefacción, tatuajes…- cobra en SKIN una nueva dimensión y nos impele a explorar y a cuestionar nuestros íntimos tabúes.

La marginalidad mediática en la que se mueve el arte actual frente al espectáculo televisivo, el start-system, el cine, las realidades virtuales, tiene sus ventajas y este es un claro ejemplo de que, aunque el mercado y la ciencia son nuestros dioses de hoy, el arte aún puede ocupar un espacio de investigación y revelación, filtrando ironía y crítica en esta religión económico-científica.