Con la responsabilidad de ser el principal heredero de una generación de artistas ourensanos, 'os artistiñas', que hicieron de nuestro Ourense la Atenas de Galicia, llega Alexandro a Santiago de Compostela, capital de Galicia y de la cultura.

Santiago una ciudad que imperiosamente se encuentra inmersa en la preparación de un Xacobeo, que pese a la crisis y a todos sus inconvenientes, será el mejor de la historia y tendrá a buen seguro plenitud cultural.

Alexandro llega como un peregrino del arte, cargado de cuadros de gran formato, en los que nos demuestra el entusiasmo con su quehacer. Su talante vitalista, su fortaleza y en ocasiones un cierto dramatismo, que como bien dijo el gran Quessada emanan de su buhardilla equinoccial, esa acrópolis ... de soledad que impregna la obra de este pintor.

Estamos ante un artista ourensano, que interpreta con el máximo interés el espacio, cuya obra puede tener diferentes valoraciones, que sin duda hay en ella el interés de crear una obra muy personal, pero sobre todo, estamos ante un artista de amplia experiencia.

Santiago Lamas, en la antesala de su jubilación y por lo tanto cargado de sabiduría, sostiene que hubo un tiempo en el que las cosas no tenían misterio, pero que hay pintores que tienen la especial habilidad de hacer de las cosas más sencillas algo misterioso, Alexandro es uno de ellos.

Extremadamente tímido, convulso en ocasiones, quizá como mecanismo de defensa, ampliamente generoso en la solidaridad y empecinado en la reivindicación artística, definen los caracteres de este artista.

Hoy de la mano de la Consellería de Cultura y de nuestra Universidad, llega Alexandro a Santiago, lo hace luego de recorrer la amplitud de la costa de Muxía y la profundad del interior ourensano, en este recorrido que hoy se muestra, se han aglutinado muchas ayudas, entre ellas y hay que decirlo, la empresa privada, y esto es positivo porque sólo así podemos entender que nuestros artistas dejen, como hace hoy Alexandro, su huella en el corazón de Galicia.