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Las obras que componen esta muestra se adaptan a los textos poéticos de una manera totalmente libre, en base a criterios generales o perceptiblemente profundos del contenido poético y otras veces lo ha hecho mediante elecciones derivadas del encuentro con simples parcialidades que rodean al mensaje, buscando en ellos conjuntos de elementos cotidianos que sirven de apoyo o refuerzo al mensaje principal y que según la propia percepción del pintor, a su intuitiva elección, se deja llevar por el propio desarrollo natural de la obra. El proceso creativo de Acosta es aparentemente natural y espontáneo, sin embargo, del resultado podemos vislumbrar un arduo trabajo de reflexiones sobre sus propios sentimientos y sensaciones ante un mismo ... concepto o argumento.

Este artista almeriense pertenece a una generación, la de los sesenta, que marca indudablemente su obra. Basada siempre en la pintura-pintura, la evolución de la obra de Acosta mantiene el equilibrio evolucionado del arte conceptual a la transvanguardia. De ahí sus colores vivos y sus collages directos, sin persuasión. Deja que la pintura se mueva por sí sola en el lienzo para encontrarse a bote pronto con un objeto fuera de sí, tal vez, pero solo tal vez. Si bien para esta exposición Antonio Acosta ha realizado estos cuadros, el título de la misma se adapta perfectamente al sentido que el artista tiene del arte, de la obra en sí, como algo inacabado. De ahí sus continuos matices intervencionistas. Es por esta razón por lo que le da suma importancia a la elección de los títulos, tanto como a la obra en sí, configurándola como un todo indivisible.

Antonio Acosta nos muestra una vez más que aunque pasen los años sin mostrar sus cuadros en una exposición individual, el artista, no deja de serlo jamás. En este caso Acosta nos muestra que el arte es un estado de los sentidos que con los años se enriquecen y agudizan.