Cómo es la Liebre que aquí presentamos sino rosa, rosa como el algodón de azúcar. Pero esta Liebre se ríe, desacraliza tabúes, ironiza sobre aquél oscuro objeto de deseo.

Ella puede hacerlo, guarda consigo los secretos que le confesó Joseph Beuys en otra vida, y Jorge López la ha resucitado para contarle de nuevo lo más reservado al ser. Ridiculiza el sexo velado, se hace partícipe de fantasías que no vacila en presentarnos sin enmascaramiento alguno. El sexo como punto de partida, el antojo secreto.

Por ello está rodeada de los símbolos físicos más sicalípticos. Fluidos y vello corporal como aquello que crece desde el interior pero que, una vez extraído, se vuelve desapacible.

Imágenes perforadas que se advierten bajo líneas que perfilan figuras creadas por la aceptación del azar ... en la plasmación de aquella estructura ideal, la escalera –impoluta y aséptica- abandonada en un silencio absoluto. Ausencia de la menor influencia previsible, sólida por algo tan frágil, pusilánime e inerte el cabello sostiene la estructura. Una forma de mezclar lo visible con lo invisible. Representaciones genitales como un acercamiento adolescente de autoexploración, el sexo latente pero no velado.

Remake como burla de la idea de originalidad, bucle de conocimiento en abîme, pero que con la vuelta se vuelve histriónico. Un sarcasmo escupido que auto-regenera el sentido y que es plasmado con la intervención de la imagen original. Un libro, una revista, palabras cargadas de gravedad o imágenes honrando a Eros, cualquier pretexto es válido. Descontextualización de iconos humillados en la parodia, desacralizados en actitudes burlescas y degradantes donde se rifa sumisión canina y placebos para la razón.

Esto es. La Liebre como símbolo de la concupiscencia y la lujuria, ambivalente por el dualismo del sentido, natural amoral. Ironía sobre el sexo, la fantasía secreta expuesta sin más. Fluidos y vahídos.