El crítico de arte Juan Bonilla diferencia a los artistas entre aquellos que vociferan y aquellos que susurran. Itziar Ezquieta y Jaime Lorente son de los que nos susurran al oído, con un tono de voz entre lo íntimo y lo trascendente, entre el sentimiento y la razón. Sus respectivos trabajos nos hablan de lo cotidiano y de lo personal pero también de lo racional y lo científico. Itziar nos recuerda que el corazón es una víscera con una forma real poco o nada cercana a los que utilizan los enamorados para representar su unión. Jaime también nos devuelve a la realidad al mostrar las constelaciones como un elemento científico, neutro, alejado de esa imagen bucólica de las estrellas como lugares superiores. Y sin embargo ambos elementos son fundamentales en el imaginario de nuestros sentimientos más profundos. Al más puro estilo platónico del mito de la caverna, nuestros artistas ... enfrentan en sus obras la representación del mundo sensible, conocido a través de los sentidos, con el de las ideas, al que sólo se puede llegar a través de la razón. Esta dicotomía está representada en las creaciones de Itziar en la fragmentación del cuerpo, en el que troncos y cabezas se representan separados poniendo distancia física, sobre el lienzo, entre razón y pasión. Itziar nos habla de anhelos, de deseos, pero también de reflexiones, de confesiones. Por su parte Jaime lleva esta expresión a la unión entre elementos cotidianos y universales. En su trabajo lo cercano, lo sensible, hace sombra a lo universal. Lo cotidiano viene dado por la representación de comidas, elemento social por antonomasia y necesidad vital del ser humano, en sutiles imágenes serigrafiadas sobre un cristal que proyecta sus sombras sobre los astros. La comida, elemento recurrente en las obras de Jaime, aparece escenificada, servida bajo el manto de las estrellas, de lo cotidiano, pero sin olvidar que nos estamos proyectando sobre lo universal, sobre el mundo de las ideas representado a través de las constelaciones.

Ambos trabajos, cuando nos susurran nos hablan de sentimientos, de encuentros entre la pasión y la razón y lo hacen desde el sosiego y la elegancia propios del artista reflexivo