Àlex de Fluvià posee una personalidad polivalente que encuentra en lo que es tangible a los sentidos el medio pertinente para exponer lo que le preocupa y le ocupa de las impresiones y los hechos que le rodean. Cada realidad que experimenta provoca en él una vibración que acaba convirtiéndose en una imagen, el equivalente de lo que exterioriza su sensibilidad cuando se trata de una vivencia directa. Es consciente que cada individuo también es un ente radicalmente único con todos los sentidos que estar vivo comporta. Un ente diferenciado de otros seres similares que actuan y se comportan en apariencia como él desde su propia sensilidad aislada y personal. Pero con una coincidencia verificada que, pese a este solipsismo sensorial y sensible, demuestra que tienen también captaciones coincidentes, si bien con expresiones personalizadas propias respecto de lo que les rodea. Impresiones comunes, igualdad (¿cultural?) de imágenes, pero ... con contenidos perceptivos tan diferentes como circunstanciales y ocasionales.

Àlex de Fluvià está atrapado en esta trama entre un mundo sensorialmente igual para todos y sensiblemente diferente para cada uno, y además, con unos medios para objetivar su Personalidad que bajo su responsabilidad es la que debe decidir como tiene que ser la imagen respuesta adecuada a todo.