Al cabo de veinticuatro horas, el sol se levanta sobre The Burning Plain para revelar un siniestro de personajes siniestros que emergen de las sombras. Oscilando entre paisajes expansivos y retratos y detalles más pequeños, la exposición está unificada en su limitada paleta de colores y por los motivos que se repiten en las pinturas. Pobladas por perros salvajes, abetos y figuras que se esconden a lo largo de la línea de la cerca, las composiciones están cargadas de acción anticipada. Cada pieza es autónoma e integral para la instalación en su totalidad, un fragmento de una historia que está implícita pero nunca se ha realizado.
Al construir cuadros tan potentes, Rodríguez explora la capacidad de la pintura para articular la memoria y la imaginación. Su lenguaje visual hace referencia al de películas y cómics, creando un storyboard de composiciones e invitando al espectador a explorar los posibles vínculos narrativos entre...ellos. Al hacerlo, la audiencia se vuelve cómplice, participante y forastero, voyeur insomne a la espera del próximo acto.
Entrada actualizada el el 17 ene de 2019
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