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La pintura de Tommaso Ottieri es luz. Luz exterior que responde a la interior. Luz como concepto relativo que no existe sin sombras. Pero...¿Sirve esa luz sólo para alumbrar ... la belleza del mundo que muestra en sus obras o es esa luz belleza en sí misma?

Ciudades, óperas, catedrales, meros soportes inertes hasta que la luz las recorre como un impulso eléctrico. Es el momento del truco de magia porque magia es en el fondo la pintura y Ottieri, es un gran ilusionista. Fiat lux...óleo, cera y barniz dejan de ser materia sobre un lienzo para convertirse en luz, oro, terciopelo y olor a incienso.

Ottieri construye sus arquitecturas a base de luz y colores puros, tan puros que emocionan. Perspectivas distorsionadas, trazos vibrantes e inacabados que evocan mucho más que la perfección de la línea recta. Diferentes pinturas, casi abstractas individualmente, conviven en la misma obra como partes vitales de un todo en constante evolución.   

 El artista danés Ólafur Eliasson exponía en 2003 The Weather Project en la Tate Modern de Londres. La famosa instalación, un gigantesco sol artificial interior suspendido en el cielo de la Sala de Turbinas de la galería, sobrecogía al espectador: un espectacular juego de espejos, humidificadores y 18.000 vatios hacían el milagro. El mismo efecto poderoso e intangible encontramos en los grandes formatos de Ottieri, sin olvidar que lo consigue sin más artificio que el dominio de la pintura.