El combate contra la formalidad tiene casi siempre un tono celebratorio, que es el que corresponde a los desafíos y descubrimientos, pero puede asumir modalidades muy variadas. Una de ellas es la que adopta la obra pictórica de Gerardo Mantero, porque luce como enemiga de la solemnidad y así toma un camino de saludable desenfado, donde el juego de los colores, el viboreo de las líneas y las formas emancipan al lenguaje de todo residuo de la vieja compostura y ayudan a construir una gramática desmelenada, donde interviene el humor junto a la soltura de los gestos espontáneos. El efecto de esa opción expresiva es contagioso, como puede serlo sobre un individuo la risa de los demás. Allí se originan los estímulos visuales que provoca el trabajo de Mantero. Porque lo hace mediante una maraña de trazos que desahoga el brío fundamental, capaz de estimular al contemplador,
... alborotando su mirada como ya lo había hecho con los componentes formales de la obra.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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