América Latina se formó de una serie de eventos desafortunados, y, aunque aparenta cuestionarse y reinventarse, cae en circunstancias sociales y políticas cíclicas. No hay un antes en las historias de los países de América Latina que se pueda mirar con nostalgia, ya que han sido países que desde su descubrimiento han estado azotados por diferentes formas de violencia y dolor. Así, el arte, en momentos de fragilidad, e incluso de censura, es una herramienta que no solo denuncia, sino que cuestiona y crea imaginarios de circunstancias que pueden ser visibilizadas. Es en este sentido que la exposición “Transgresiones. Mujeres que cuestionan” propone una mirada desde lo femenino, desde mujeres de América Latina que han buscado en sus prácticas cuestionar la sociedad y sus estructuras desde su propio género. Algunas de las artistas en ésta exposición ejemplifican más de una de las problemáticas que mencionaremos.
La exposición presenta mujeres artistas que...a través de la crudeza y la empatía han logrado mostrar el dolor y el silencio. También se evidencia que han comenzado a alzar la voz y que, incluso, pese a las casi tres décadas desde que en Argentina se instauró la idea del Escrache, en la actualidad, este se ha convertido en una herramienta para permitir denunciar y obtener justicia por medio del escarnio público; en un mundo injusto donde se silencian a las víctimas que visibilizan sus casos. En la exposición se indagan el maltrato y el abuso desde la obra de artistas como Beth Moysés, Regina José Galindo, Doris Salcedo, Libia Posada y Natalia Iguiñiz.
Así mismo, se abordará el tema de la femineidad violenta, a través de la obra Jessica Lagunas, María José Arjona, María Teresa Hincapié y Priscilla Monge. Donde se explorará la idea de que el valor de una mujer se determina casi económicamente, donde el valor de su “producción” imita al valor de su cuantía como mujer. Y se trabajará el concepto de belleza que se ha construido desde lo femenino y lo delicado, un concepto violento que rechaza desde la infancia los límites en los ideales de sensualidad sobre las mujeres. Y, por consiguiente, idealiza los procesos de “producción” que requiere una mujer para considerar su cuerpo y su femineidad aceptables dentro de los estándares culturales de belleza y de estética. Dichos procesos, para hacer felices a otros, se vuelven incluso físicamente dolorosos y convierten a su cuerpo en su propio enemigo, al crear, en su propia existencia física, límites inalcanzables. Esta producción se transforma en un tipo de control que se vuelve inconsciente, pero que limita los comportamientos y las libertades de las mujeres: la mujer debe asegurarse de haber realizado una rutina perfecta para una piel de porcelana, piernas sin vellos desagradables, peinados siempre pulcros y maquillaje impecable (que no sea ni muy modesto ni muy exagerado) para tapar cualquier imperfección. Ya que de no cumplir estos procesos, y otros que ya se consideran básicos y cotidianos, se le cuestiona si ha dejado de interesarse en sí misma.
Por otro lado, uno de los compromisos sociales, que al parecer fue asociado o adquirido inconscientemente por las mujeres, fue el de formar una familia, incluido en esto sus respectivas nociones sobre el matrimonio y la maternidad. El matrimonio, durante siglos, fue una transacción comercial que no involucraba sentimientos y mucho menos una decisión voluntaria; sin embargo, el cambio social con respecto a este creó un sinnúmero de oportunidades que ubican en la vida nociones hasta antes inexploradas como el amor y el desamor. Las estructuras del romance y la conquista, al relacionar esta última con el reclamo de una propiedad por parte de un hombre, presentan concepciones violentas y construidas a partir de lo que es y no fue permitido por parte de las mujeres. No obstante, aunque estos procesos se han vuelto más permisivos y libres para ellas, abriendo la puerta a una sexualidad también más libre, siguen estando condicionados por comportamientos arraigados. Nociones como estas, que hablan sobre la transformación y transgresión en las temáticas tradicionales del matrimonio, el amor, el desamor y la sexualidad, serán abordadas desde la obra de artistas como Valeska Soares, Adriana Lestido, Adriana Marmorek y Rosângela Rennó.
Finalmente, se indagará la obra de Teresa Margolles, Milagros de la Torre, Adriana Varejão, Graciela Sacco y Voluspa Jarpa, sobre su actividad como mujeres transgresoras que cuestionan la violencia política, algo que hubiera resultado imposible años atrás, pero que sienta un precedente sobre cómo las mujeres salen de un espacio doméstico, generalmente asociado a lo femenino. Y cómo, a través de una especie de etnografía, se enfrentan a territorios consumidos por el dolor, lo cual implica una idea casi maternal de la protección al indefenso. Mujeres que, si bien en algunos espacios son censuradas, desde su empatía de género tienen la necesidad de visibilizar las injusticias de los sistemas políticos y económicos. Es por esto que dentro de este espacio se profundizará en su obra para entender el concepto de fragilidad social y la necesidad de un cambio en las instituciones que determinan la economía por encima de la vida de las personas.
Natalia Espinel Valencia
Entrada actualizada el el 25 sep de 2020
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