Decía hace tiempo Arias, respecto a los diversos caminos del arte, que todo es un juego; que, como consecuencia de ello, la incapacidad del ser humano para la omnipresencia nos hace inventar extrañas sensaciones. Nos anima a seguir jugando constantemente. "De ser dioses, nos aburriríamos", concluía.
En estas orillas, playas y horizontes el compromiso del autor con su medio, con el lugar que habita y con la época histórica que vive, es indudable. Pero no caben ahí post-modernidades teñidas de glamour, ni deudas con una originalidad mal entendida. Muy al contrario, los últimos vertidos de Arias abogan por una aparente sencillez que inundan el resultado de complejidades metodológicas, en una lectura pictórica que habla de lo bien hecho y de la huída del abigarramiento. No importan el juego irónico, el barroquismo ni el minimalismo, pese a que el "menos es
... más" miesiano -de Mies Van der Rohe- preside cada centímetro de estas hermosas tablas.Lo bien hecho bien parece y, aquí, no caben más adjetivos que la admiración, lenta y pausada.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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