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Una infancia disponible para cualquiera, pensamientos para una infancia del mundo. Porque somos niños, de nuevo. Por eso no sabemos lo que somos, por eso no estamos preparados para lo que nos pasa, por eso no podemos prever lo que nos pasará. Todavía parecemos estar condenados a decir como los situacionistas en 1952: «Vivimos como niños perdidos nuestras aventuras incompletas.» Pero hay un momento en que sólo cabe la decisión de acabar con la lamentación. Pues tal vez el problema haya sido más bien durante largo tiempo el de querer atravesar demasiado rápido la infancia, con programas demasiado claros y que supuestamente iban a funcionar tan bien, mediante bellas y perfectas cadenas causales, para llegar cuanto antes a otra cosa: a la humanidad del ... hombre, a una madurez a través de una emancipación tanto ética como intelectual. Kant hablaba de emanciparse de la «minoría culpable» del hombre. Pero para ello ha habido que hacer la guerra no sólo a esa minoría sino a todo el resto de minorías. Con ella vino la destrucción de la experiencia de la que habla Benjamin, y de nuevo tuvimos que arreglárnoslas con poco. Entonces tal vez ahora no sea el momento de plantearnos una emancipación de la infancia, sino una emancipación que también es infantil, que no puede contar sino con «las lenguas sucias de la época», apenas articuladas.