Las ciudades de Clara Nubiola nos liberan de este enmascaramiento y de las estrategias de maquillaje y puesta a punto virtuales del marketing. Minuciosidad al servicio de una idea más personal y menos colectiva de lo que es presentable y se puede enseñar de lo que nos representa.

Mediante una estética que nos transporta a los de la manipulación publicitaria, Notario replica en formato de eslogan casi político y panfletario, el lenguaje publicitario de los 50-60 señalándonos un listado de 'problemas' a solventar: muchos de ellos solo detectables mediante el uso de unas gafas anaglifas.

Ironía, provocación y imaginería kitch... el artista utiliza para enviarnos sus propios mensajes, recursos artesanales travestidos de procedimientos industriales. Todo es consumible, y con las obras expuestas, nos enseña su propio 'producto' antes de ser producto.

Manuel Antonio Domínguez es 'el hombre sin cabeza', en el camino de la vacuidad, un personaje que renuncia a los pensamientos para abandonarse a lo físico, que pide comprensión y reclama la libertad para escoger un rol diferente del que le es establecido o la potestad para no asumir ninguno y librarse de la imposiciones de formatos identitario. Recuerdos supuestos de una existencia que solo parece tener posibilidad de reconstruirse y autoafirmarse en el escenario social donde pretende escapar pero donde está irremediablemente anclado con lazos umbilicales de seda rosa que más que físicos son emocionales.

La crítica de Diego Mallo va dirigida a una sociedad que nos pervierte, imponiéndolos un pensamiento globalizado y dirigido. El tipo de individuo que observa, se abandona gradualmente al sistema. Consumidor compulsivo de analgésicos emocionales que le permiten seguir en un juego que lo supera y en el que se ve atrapado, finalmente, llagado, abre los ojos a una situación en la que se identifica como mártir.