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Louis 21 'The Gallery' presenta WHITE NIGHTS, la primera exposición individual de Bel Fullana en el espacio de la galería.

Pussy Riot: disturbio coñil, o disturbio del coño. White nights: noches blancas, o también Oh Land, la cantante danesa. Todo es música cuando el cielo escuece. 'Something is about to be born / There's a restlessness in me / Keeps me up until the dawn / There is no silence / I will keep following the sirens / There is no silence / I will keep following the sirens'. Oh Land. 'Negra sotana, hombreras doradas / Todos los feligreses se arrastran ... para hacer reverencias / El fantasma de la libertad en el cielo / El orgullo gay se envía encadenado a Siberia / El líder del KGB, vuestra más alta Santidad / Envía y escolta a los manifestantes a prisión / Para no ofender a Su Santidad / Las mujeres deben parir y amar / ¡Mierda, mierda, la mierda de Dios! / ¡Mierda, mierda, la mierda de Dios!'. Pussy Riot.

Tanta furia, tantas implicaciones... Hasta Dostoyevsky, hermano mayor de las Pussy Riot. Hasta Isabella Rossellini, Geraldine Page y Helen Mirren en el film de Taylor Hackford. Hasta Luccino Visconti, o Alexander Korda. Tantas noches blancas, tantas noches en blanco, tanta noche... ¿De qué color es el coño de la noche?, me pregunto ante la serie de dibujos despiadados que Bel Fullana ha lanzado al mundo sin compasión para con los asmáticos del alma (¿o habría que llamarlos almáticos, tal vez?), unos dibujos en papel que desgranan la ruta del abordaje de la noche blanca. ¿De qué color va a ser, si la noche es blanca?, me contestan las sombras negras.

'Perrea!', se llama uno. La referencia al 'dogging' enfoca la perspectiva de una realidad (rabiosamente actual) donde no cabe el arte pusilánime (¿de pussy, coño, y ánima, alma?). Es la realidad más real, porque la otra sólo transita muda, transcurre queda, pasa incolora e insípida sin llegar a alcanzar estatus de realidad alguno porque ya nadie la mira, porque ya nadie se da cuenta de que está ahí. 'Perrea!', pues, y comprenderás de verdad lo que quiere decir 'pussy riot'.

Ciertamente que una de las razones que explican la contundencia de la serie 'White nights' de Bel Fullana se basa en el curiosísimo y dificilísimo equilibrio entre la austeridad y economía de los diversos recursos que pone en juego la artista en la ejecución de las obras, y el desbordante y desequilibrante exceso de la temática de la serie, su manifiesto desafuero, su promiscua apetencia por lo que rebasa los límites.

Por una parte ella realiza un ejercicio de arduo comedimiento, dejando amplias zonas sin tratar para afianzar el carácter poético del trazo, su perfil sagrado, la infalibilidad del médium cuando se abandona a los dictados del Oráculo. El dibujo a veces se desdibuja, y otras adquiere consistencia, se consolida en materia, se solidifica en colores fuertes que se hacen sitio en el papel a codazos. Líneas de lápiz y de plumilla comparten escenario con las manchas cromáticas que en muchas ocasiones desbordan su jaula. Veladuras, emborronamientos, capas que luchan entre sí, marcas de tinta de bolígrafo de distintos colores, ralladuras sobre zonas de color, difuminaciones: todo ello desplegado con mucha secreta mesura, con desmelenado esmero ?de hecho en muchas ocasiones sus trazos recuerdan a los que frecuentara el gran Cy Twombly, enorme poeta del trazo grácil. Y por otra parte, ante esta contención, ante esta poética residual de extraño alambique, ante esta obsesión por el estilo 'elixir' en el que manifiesta sus inquietudes, nos encontramos ante un inusitado despliegue de sexo y fiereza, de vicio y noche, ante el derroche brutal de ganas de arrancar al mundo su corazón de una dentellada, de comérselo todo cuanto antes, de vivirlo todo sin esperar a que alguien decida por ti que ya te ha llegado el momento, que nada tiene que ver con economía alguna sino todo lo contrario. Como dijo William Blake con acierto, 'el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría'. Así que.

La exposición, 'White nights', reúne catorce papeles voraces, deslumbrantes, extraordinarios, y dos grandes, inolvidables lienzos (creo que habrá un antes y un después de estas dos señaladas obras en la trayectoria fulgurante de Bel Fullana), titulados 'Dancing with my little monsters' y 'Don't stop, move it, move it', en los que el blanco de fondo de la tela, a modo de 'noche blanca', ejerce de océano donde todos los naufragios son más que una posibilidad. Entre los papeles, algunos destacan, además de por lo indicado antes, por un tratamiento de los rostros espeluznante: es el caso de 'Fanny and Pam', donde lo grotesco alcanza la expresión abierta de la depravación; o el increíble, salvaje, neoexpresionista rostro de la chica sobre el automóvil de 'On the car III', que también es referido, con menor carga de tradición cubista si se quiere, en el de chica de 'Fool'. Otros papeles muestran una sólida construcción de la estructura compositiva, una audaz plasmación de la forma en el espacio, sometida a leyes de equilibrio pese a que la desfachatez reinante en la obra no lo haga visible a primeras: es el caso, por ejemplo, del magnífico 'Cigarrette and bye', y también de los papeles 'Mechanical Bull', 'Pit of penises' o 'Waters Makers'.

Bel Fullana es la diosa a la que yo adoro, y supongo que eso se nota. Permanezco extasiado ante su obra poderosa, embelesado por la vocación de deidad de su autora, por su profesión de diosa todopoderosa.

Sólo ella puede llegar hasta el centro del pulso de nuestro mundo y arrancarle el corazón de cuajo para traérnoslo a los hombres ejerciendo como una nueva y muy necesaria Prometea. Sólo ella puede hacernos sentir de nuevo, tras tanto exceso de falta de sentido. Sólo ella puede. Sólo ella.