Exposición en La Oliva, Las Palmas, España

Y - COMO

Dónde:
Centro de Arte - Casa Mané / Salvador Manrique de Lara, s/n / La Oliva, Las Palmas, España
Cuándo:
18 ene de 2020 - 27 mar de 2020
Inauguración:
24 ene de 2020 / 12:00
Horario:
Lunes, martes, miércoles, jueves y viernes de 10:00 a 17:00h. Sábados de 10:00 a 14:00h. Cierra los domingos
Precio:
Sí lo es en la inauguración
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
El proyecto, de Roberto Batista y Medín Martín, Y - COMO, tomado como título del presente proyecto, hace referencia a una visión de lo evanescente y leve, y, otra, de lo estable y definido, siguiendo el análisis que Italo Calvino hace sobre un soneto de Cavalcanti (“y blanca nieve que cae sin viento”) y otro de Dante (“como nieve en los Alpes, si no hay viento”) donde la Y une visiones, las imágenes se suceden y los cambios son continuos -de la serie pictórica DES-SIGNACIÓN de Roberto Batista- y el adverbio COMO encierra la escena, de modo que la metáfora hace referencia a una realidad concreta -de la serie escultórica ATRAPA de Medín Martín. Roberto Batista ... DOS MIRADAS DISTINTAS DE LA EXISTENCIA, DOS DIÁLOGOS DIFERENTES CON LA NATURALEZA Los seres humanos tenemos una necesidad innata de elaborar una expresión artística de nuestra situación existencial, pues de nosotros trata el sueño. "El mundo de Sofía", Jostein Gaarder Los artistas palmeros Roberto Batista y Medín Martín han dedicado buena parte de su vida a dos disciplinas que pertenecen al atractivo mundo de las bellas artes, la pintura y la escultura. A través de ellas, nos ofrecen, de manera conjunta en esta exposición, sus últimas creaciones, Des-signación y Atrapa. En la pintura de Roberto y en la escultura de Medín, no solo podemos disfrutar de la expresión de sentimientos estéticos y artísticos. Las obras de los dos autores responden a la actitud ante la vida, a la concepción de la existencia que posee cada uno de ellos. Una idea de la existencia diferente, que se antoja más positiva y contagiosa, en Medín; más silenciosa y reflexiva, en Roberto. Los espectadores, diversos, tendremos la opción de identificarnos con una concepción más pasional, la del escultor; o con una más existencial, la del pintor. Algunos, incluso, podemos captar, reflejados en las dos obras, momentos distintos de nuestra experiencia personal, instantes o etapas que se han ido conjugando a lo largo de nuestra vida. Medín concibe sus piezas como una existencia formada por realidades que, durante el proceso de creación, sufren una hermosa metamorfosis hasta dar origen a nuevas formas de vida que signifiquen modernos e innovadores avances, grandes y profundos progresos. La pintura de Roberto persigue comunicar la idea de que una existencia digna y humana solo es posible desde la resistencia. Siguiendo las ideas de Gilles Deleuze, el pintor nos dice: “Debemos resistir al presente, a una actualidad plana, transparente y positiva, y hacerlo desde el recogimiento, la reflexión y la toma de conciencia, desde la profundidad de lo marginal”. Para materializar esta forma de interpretar el mundo y de posicionarse ante él, los dos artistas se funden en un tierno abrazo con la naturaleza. Medín dialoga con la madera mientras va modelando distintos elementos relacionados con el mundo orgánico. Son realidades diferentes que se convierten en metáforas de nuestra sociedad plural; realidades que se vinculan con la ciencia y la tecnología, y que se encaminan hacia una vida sostenible e inteligente. Roberto viste sus lienzos con tres elementos naturales –el Agua, el Aire y la Tierra– que, junto con el Fuego, constituyen las energías arquetípicas que influyen en nuestra conciencia y forma de entender el mundo, en nuestra capacidad para sobrevivir, pues constituyen la síntesis de todas las manifestaciones físicas y psíquicas de cada ser. El Agua, el Aire y la Tierra son los protagonistas de estos cuadros en los que el pintor nos presenta un único lugar abstracto y universal que se convierte en anclaje de esta serie que se incluye en un proyecto mayor, continuo, que lleva por título Re-sistencia. Para Medín, el universo y la naturaleza responden a un orden y se asemejan a una cadena cuyos eslabones corresponden a las causas y a los efectos que originan las distintas realidades. Él considera que existe un orden natural y racional de las cosas y defiende, como Séneca, que “la armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias”. La idea que Roberto tiene de la naturaleza está lejos de esa concepción estoica de Medín. Nuestro pintor cree que en el mundo natural reina el desorden, el caos, la aleatoriedad. Él, como Italo Calvino, piensa que el universo es un todo que “se precipita sin remedio en un torbellino de entropía”. La obra de Roberto, elegante y poética, nos habla de un hombre reflexivo que valora la calma y huye de las multitudes; de una persona que prefiere el silencio y la soledad a las emociones elevadas; de un artista que transmite todo el espectro de sentimientos humanos. Las piezas de Medín, vigorosas y artísticas, nos permiten conocer a un hombre que se emociona positiva o negativamente por las cosas de su cotidianidad; a una persona que, en su búsqueda de la felicidad, sabe qué pasos debe seguir para alcanzar lo que desea con ahínco; a un artista que busca la estimulación y rechaza la rutina. Medín crea un universo de formas y volúmenes con movimiento que atrapan todos los conocimientos e información, la experiencia vital y los sueños que se van acumulando en el mundo natural y en la historia del ser humano, y que dan lugar a una sociedad moderna y avanzada. Roberto imagina, con líneas y trazos, veladuras y colores, un lugar anónimo y atemporal que huye del grito, del ruido, de todo elemento perturbador que siempre supone un atentado contra la naturaleza. Persigue un contacto, una plática directa con ella, una relación que excluye la presencia del hombre –en sus cuadros no existen formas humanas–, cuyos actos han provocado la pérdida acelerada de la biodiversidad, síntoma de la degradación del planeta. Dos miradas distintas de la existencia, dos diálogos diferentes con la naturaleza: colores pasionales, sensuales y sublimes –rojo, oro y plata–, frente al dominio de tonos grises y neutros; formas y volúmenes diversos que nos hablan de un orbe más plural y heterogéneo, frente a líneas y trazos uniformes de un cosmos más sobrio y homogéneo. Son características relevantes de estas obras de arte que nos invitan a realizar un doble viaje: uno, por el complejo mundo interior de los dos artistas; y, otro, por nuestra propia existencia. María Eugenia Padrón San Juan ARTISTAS DES-SIGNACIÓN. Roberto Batista La serie des-signación es parte del proyecto Re-sistencia, considerando la sistencia como categoría ontológica que trata de las experiencias y expresiones del ser. El prefijo Re viene a intensificar dichas acciones y reafirma la necesidad del ser humano de aprender a acceder al misterio de su ser, de su propia realidad y, al tiempo, a estar abierto a otras realidades, las del resto de los seres vivos y el mundo. Des-signación es, en esencia, un ejercicio de desprendimiento. Nuestra relación con las cosas, con otros seres y con el mundo viene cargada de signos, de designaciones que otros establecen, que el poder prescribe como verdades, significantes que terminamos por asumir como normas o leyes que, aún sin serlas en su totalidad, condicionan directamente tanto como ellas, pero solapadas, enmascaradas, encubiertas y que en cada época erigen muros y delimitan la convivencia, las relaciones y las libertades. Borrar dichas marcas, reconsiderar los caminos marcados por el poder, desprenderse de ciertas cargas que a través de la historia y la cultura hemos asumido a lo largo de los tiempos y que nos impiden el movimiento se vuelve prioritario, sobre todo porque ya sabemos que el ser humano ha marcado un claro y seguro camino hacia su autodestrucción, en el sentido de variar y modificar drásticamente las condiciones naturales que durante tantos siglos ha hecho posible un tipo de vida y relación con el planeta y el universo. Mirar exclusivamente hacia el futuro desde un presente atormentado, actuando como autómatas guiados por tantos signos y significantes que responden básicamente a los intereses del poder económico, es dejarnos llevar simplemente por aquello que el propio sistema plantea como salida y solución a los graves problemas que él mismo ha generado. Esperar que nuevos signos creados por el poder orienten nuestros pasos hacia el futuro es el mayor signo de fracaso que, como seres humanos, podemos admitir. Sería profundizar, ahondar y gravar en todo aquello que nos ha colocado en esta situación. Por ello, lo primero es detenerse, tratar de des-significar aquello que determina nuestros pasos, aquello que se nos ha presentado como invariable, inamovible, fijo y permanente. La des-signación es un primer paso para ganar, al menos, ciertas parcelas de libertad real. Al des-signarlos, todos los signos, es decir las certezas, son puestos en duda, se les elimina la capa de intencionalidad dominante, esclavista, opresiva y controladora con la que el poder los cubre. Las certezas imponen una cotidianidad que nos calma, nos sosiega, nos adormece, nos posterga, nos dice lo que hay que pensar y cómo hay que pensarlo. Des-signar nos sitúa fuera de ese ámbito, nos separa de la actualidad, del pesado aire que nos inmoviliza, del espacio de confort, de la tendencia, como dice Alberto Savinio, «a buscar lo más sencillo, a hacer caso omiso de las oscuridades (…) a hacer de la vida una serie ininterrumpida de vocales (…)». Al contrario, nos aproxima a una postura anacorética que, como dice Alberto Ruiz de Samaniego, la huida del anacoreta al desierto «no significa tanto el anhelo de una vida nueva como la muerte del pasado: la evasión de la (propia) historia. Romper lazos representa liberarse de las cadenas que nos esclavizan en los dominios sociales». Des-signar requiere, del mismo modo, situarse en un espacio virginal, como metáfora iniciática, el principio, estado salvaje, albor civilizatorio. Emanciparse del «aeiouismo» actual del que habla Savinio. Un espacio que nos permita re-escribir la propia historia, ahora más ligera, con cierto espíritu nómada. Menos sujeto a entidades “sagradas”, a conceptos por los que merezca la pena entregar la propia vida. A sabiendas de que el mundo no se puede cambiar, entre otras cosas porque el tiempo apremia, porque cada vez desde hace mucho tiempo es ya demasiado tarde, como dice Georges Perec, porque nada hace pensar lo contrario, queda, desde lo personal, crear un espacio ligero, leve, ingrávido, en continua transformación, sin pivotes fuertemente atados al suelo, sin determinismos e ídolos a los que guardar pleitesía. Queda retirarse, ausentarse, desligarse, escapar de las redes que el sistema extiende y la sociedad termina asumiendo como si esa fuera la única posibilidad realizable. Resta resistir en espacios que, por su infinidad, inmensidad y marginalidad, escapan a los ámbitos de control, núcleos de resistencia, dice Gianni Vattimo, como aquellos monasterios medievales en los que se copiaban manuscritos. Esperar pacientemente porque la vida, además, y sobre todo, puede estar ausente de objetivo. Esperar, aquietarse porque en sí misma es esta una actitud revolucionaria y, tal vez, el mayor acto de resistencia posible. Abandonar la trayectoria rectilínea, el continuo y acelerado avance, el ir hacia delante sin saber a dónde, como llevados en volandas por el movimiento social impulsado por el sistema capitalista, por el sistema de producción del mundo industrial y tecnológico. Esperar y no hacer nada, pues, como dice Spinoza, «solo cuando no puedo hacer nada puedo pensarlo todo». Nos encontramos en un momento de la historia de la humanidad en el que hay que pensarlo todo y, sobre todo, no olvidarnos de las grandes preguntas que desde hace tres mil años nos hemos ido planteando, no tanto para encontrar respuestas como para que se conviertan en gérmenes de nuevos interrogantes. Esperar, contemplar, mirar a lo lejos y tal vez así preguntarnos, como el narrador hace al personaje de Un hombre que duerme de Georges Perec, cómo es posible que no hayas «sabido nada de lo que hoy ya es inexorable», «En lo que llamas tu historia ¿nunca has visto fisuras?». ¿En qué mundo hemos vivido? ¿He sido capaz de levantar un mundo propio o simplemente he vivido el que me han dictado? Esperar. Una espera serena, dice Heidegger y, así percibir, como Hermann Hesse, «cierto humor del aire y de las nubes, ciertos matices en los colores o ciertos cambios de fragancia y humedad» y, desde el mismo espacio, un espacio sin lugares, el espacio desértico y neutro del que habla Lefebvre al tratar sobre el grado cero de Barthes, viendo pasar las horas y los días y desgranando de ellos aquello hasta ahora perdido, abandonado por miradas nerviosas, precipitadas, inquietas, sin capacidad de percepción. Esperar a que lleguen las sombras, que los brillos duerman, y los tonos suaves y envolventes se enlacen unos con otros para construir todo el paisaje, sin cortes, sin saltos, como un continuo en permanente y pausada transformación. Esperar y, tal vez, con suerte, la melancolía nos alcance, signo de que el pensamiento se ha activado. Esperar y dejarse llevar porque «si quieres oír los murmullos», dice Hermann Hesse, también has de sufrir los aullidos, «eres un pájaro en medio de la tormenta ¡déjala rugir! ¡déjate llevar!». Matar el pasado es deconstruirlo de tal modo que podamos, en ese esfuerzo, tomar conciencia de todo lo que desde siglos nos ha venido impuesto, significantes que determinan también nuestra individuación. En este camino, el objetivo principal es, como dice Michel Foucault, «rechazar lo que somos», crear nuevas subjetividades. Si el hombre no es realidad sino posibilidad, siguiendo a Heidegger, solo la construcción personal de la misma puede dar acceso a su libertad. Dejar en manos del poder lo que es, en esencia, su naturaleza es dejar de ser. Roberto Batista ATRAPA. Medín Martín Medín Martín nos sorprende, en esta exposición, con esculturas que atrapan en su interior un sinfín de conocimientos, experiencias, ilusiones y sueños que se han conjugado a lo largo de varias generaciones y de cuya simbiosis se alimentan sucesivamente los nuevos avances. Son piezas que, a manera de metáfora, guardan celosamente las claves de la evolución humana, tema muy presente en la vida diaria del escultor y en su trabajo creativo: toda existencia, efímera por naturaleza, termina metamorfoseándose para dar origen a otros modos diferentes de vida. De ahí que, en sus obras, ensaye la búsqueda de nuevas formas que aporten a lo cotidiano innovadores significados, lo que permitirá extraer modernas miradas de un mundo que se transforma incesantemente. El artista es consciente de la importancia que, en este sentido, tiene la transmisión de información. Por ello, la comunicación escultórica aparece combinada con otros lenguajes -el verbal, el matemático, el pictórico- que encierran todo el acervo vital e histórico, y que han sido los vehículos imprescindibles para crear los avances científico-tecnológicos, los progresos culturales y el bienestar social. El saber ha quedado atrapado, a través del tiempo, en los mensajes orales (fábulas, mitos, leyendas) y pinturas rupestres de los pueblos prehistóricos, en los jeroglíficos y papiros de la cultura egipcia, en las tablillas de arcilla sumerias con caligrafía cuneiforme, en la escritura alfabética y pergaminos de la sociedad griega, en los libros manuscritos y en los impresos, en los periódicos, en los soportes audiovisuales. Todos estos conocimientos han ido posibilitando, a lo largo de los siglos, la elaboración de nuevas teorías, el diseño de modernos proyectos, y la preparación y práctica de distintas actuaciones esenciales para la adaptación, renovación y evolución del ser humano. Muchas de estas obras se presentan como figuras totémicas; con ellas, Medín desea venerar al mundo natural y al sobrenatural, al mismo tiempo que recuerda nuestra historia y la de otras culturas. Podemos definir el tótem como el ser que, en ciertos pueblos, era considerado como el progenitor o protector del grupo, un antepasado que se vinculaba al origen de la tribu, del clan; o como una escultura de madera o de piedra a la que una cultura le atribuía un poder mítico o una condición sobrenatural. Estas obras parecen atrapar el sentido mágico-religioso del ser humano y toman formas erótico-fálicas relacionadas con la procreación, con la continuidad de la especie. Medín, en estas piezas, entabla un diálogo con la madera, material cálido y dúctil, para rendir un homenaje al árbol como elemento natural que, en su crecimiento constante, encierra todos los aconteceres ocurridos en su entorno -sequías, incendios, tormentas de arena-, acontecimientos que se transforman en principios de grandes cambios. El artista presenta una obra en la que se combinan lo orgánico y lo geométrico, formas totémicas, esféricas, cuadradas y alargadas, con líneas curvas y rectas. Realidades que, en su proceso de creación, sufren una hermosa metamorfosis hasta convertirse en embriones, brotes y frutos que originan nuevas y diferentes existencias. Esculturas de madera y de bronce que se complementan con otros materiales, como el aluminio, el acero o el plomo, y que están embellecidas con aplicaciones del lenguaje pictórico, como los colores oro y plata -típicos de la veneración, la belleza, la elegancia y la solemnidad-, o el rojo -símbolo de la pasión, el deseo, la alegría y la sensualidad-. En definitiva, Medín crea un universo artístico que nos invita a atrapar la información y el conocimiento, nuestras experiencias vitales, nuestros ensueños, y a convertirnos en pequeños tejedores de los avances y de la modernidad. María Eugenia Padrón San Juan PUBLICACIÓN La exposición va acompañada de un catálogo bilingüe, cuyos textos han sido traducidos por la Doctora en Filología Inglesa Violetta Jojo Verge. https://issuu.com/robertobatista29/docs/catalogo_y.como_centro_de_arte_casa_mane

 

 
Imágenes de la Exposición
Roberto Batista. Óleo de la serie DES-SIGNACIÓN

Entrada actualizada el el 15 ene de 2020

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