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La Obra Social de Caja España-Duero organiza una nueva exposición de Zacarías González, continuidad de sus itinerancias anteriores, que pretende mostrar la gran calidad de su pintura para que sea valorada y disfrutada por quienes se interesen por la gran pintura española del siglo XX.

Su obra, no siempre suficientemente valorada por diferentes circunstancias, entre otras, por la propia personalidad del pintor, íntima aunque no cerrada o aislada, que le llevó, sobre todo a partir de los años 60, a casi recluirse en su ... estudio y en su ciudad, a quedar voluntariamente 'fuera de los circuitos'.

Para comprender la obra de los creadores de cualquier género debemos aproximarnos primero al ser humano que hay detrás de cualquier proceso creativo; en el caso de Zacarías González encontramos dos aspectos de su biografía que nos proporcionan bastantes claves de su actividad pictórica.

Un aspecto es el de su enorme bagaje cultural; era un lector voraz, casi compulsivo, afición ésta que le llevó a escribir y publicar incluso una novela, y que se traduce en los títulos tan literarios de algunas obras ('Homenaje al viejo sol', 'Huella del agua', 'Espectador de otro sitio', 'Nacimiento de la idea'...). Gran aficionado a la música de jazz, le rindió sus particulares homenajes pictóricos, como en 'Suite de New Orleans', y su pasión por el cine convierte a algunos de sus cuadros casi en fotogramas.

El otro aspecto que quiero destacar de su biografía es su trabajo como profesor, primero en la Escuela de Nobles Bellas Artes de San Eloy, y después en la antigua Escuela de Magisterio. Él valoró enormemente esta faceta de profesor, llegando a decir 'Con mis alumnos de dibujo aprendo mas que enseño. Los dibujos torpes de los chavales me enseñan mas que muchos maestros'.

En esta exposición vamos a aproximarnos al conocimiento de las pinturas de Zacarías González, pero debo mencionar su faceta de dibujante, (de la que él mismo se vanagloriaba por su precocidad), por la importancia de esta actividad en sí misma y por la interacción de lo dibujístico con algunos aspectos de la pintura, como por ejemplo con la cuidada composición de los cuadros. Como tantos niños, se recordaba dibujando desde los 3 años, pero él perseveró en esa afición infantil y dibujó continuamente hasta su muerte. Los magníficos dibujos que nos ha legado son los grandes desconocidos de su obra, pues no los exponía en público, excepto sus colaboraciones, siendo un muchacho, como ilustrador del periódico 'La Gaceta', o la publicación de algunas colecciones de dibujos, como 'Treinta estampas salmantinas'. Queda pendiente, pues, un gran trabajo de catalogación, estudio y difusión de un legado dibujístico de primer orden.

Como pintor no fue tan precoz, el primer cuadro que él recordaba haber pintado es un 'Bodegón' pintado en 1940 para un concurso convocado por la Diputación de Salamanca pero, salvo algún escarceo, realmente no podemos hablar de un comienzo decidido en el mundo de la pintura hasta 1947, cuando ya tenía 24 años y cumplía el servicio militar en el Pirineo navarro. Tenía mucho tiempo libre y empezó a pintar influido como muchos otros pintores por una luz y unos colores muy diferentes a los que le rodeaban en su austeridad meseteña.

De este momento de despegue hacia la Pintura con mayúsculas tenemos en la exposición el 'Bodegón de la alcuza', en el que se pone de manifiesto que un gran pintor está naciendo, un pintor que pasó casi 60 años trabajando duramente y que recorrió caminos muy variados hasta llegar a formular su propio lenguaje plástico, al que podemos definir como coherente, riguroso y de excepcional calidad.

En una carrera tan dilatada se distinguen diferentes momentos o etapas (una primera de figuración, abstracción, y otra segunda de figuración), que recorre con gran libertad, sin cambios tajantes, con suaves transiciones, con anuncios de futuras líneas de trabajo o recuperación de aspectos que parecían abandonados.

En la primera figuración, que desarrolla entre 1940 y 1958-60, nos encontramos con un pintor joven, que descubre, estudia, investiga a otros pintores, algunos le dejaron una huella que llegó hasta el final, como es el caso de Poussin, otros le marcaron mas puntualmente, como Benjamín Palencia, Solana, Cezanne, Zabaleta...

Son años de mucho trabajo, de muchas exposiciones, de estancias en Madrid para estudiar Bellas Artes, de contactos con los cenáculos más vanguardistas de la capital, que le proporcionan una nueva visión de la pintura, sobre todo en la década de los 50, en la que alguna de sus exposiciones fue tachada por la crítica como excesivamente moderna. En esta muestra encontramos ejemplos de las diferentes líneas de trabajo, que culminan en creaciones en las que su particular manera de entender la pintura trascienden las influencias recibidas.

Obras como 'La mujer de la cafetera', 'Estudio en azul' o 'El ramo de laurel' nos muestran un pintor dueño de su lenguaje que ya ha encontrado el camino que debe recorrer.

Entre 1954 (año en el que pinta 'Laúd', el primer cuadro programáticamente abstracto) y 1965 se desarrolla la etapa abstracta de Zacarías González, momento en el que la proyección del pintor en los circuitos artísticos es máxima, sobre todo a partir de la concesión (en 1960) del prestigioso premio Biosca, en el que participaron las grandes firmas de la época.

De los diferentes momentos de su pintura abstracta (esquematizaciones, informalismo y postinformalismo) quiero valorar muy especialmente la fase informalista, por su madurez, expresividad y dominio de los procedimientos. Es un informalismo esencialmente matérico, que textura con una gran delicadeza los materiales pictóricos y extrapictóricos, para alumbrar superficies magistralmente trabajadas. Para él, la materia no es un componente neutro, sino que está cargado de significado, de tal forma que hablamos de un pintor informalista, pero no totalmente abstracto, pues no suele despojarse del todo de referencias significativas. Y así, la organización matérica vinculada con la realidad visual nos dirige a dos núcleos semánticos, a las realidades telúricas y a las realidades humanizadas: antropomorfos, objetos cotidianos (copas y escrituras por ejemplo), hábitats humanos (torres, fachadas...) Otras veces se refiere a realidades mentales, sentimentales o evocadoras. En muchos casos, los títulos, muy literarios, nos guían en la lectura de la obra: 'Fachada', 'Juguete', 'Recuerdo del Japón', 'Copa de Apolo', 'Fuego fatuo'....

La segunda figuración, la etapa mas larga de su trayectoria, comienza hacia 1965 y termina con la muerte del pintor, en 2003. Son casi cuarenta años en los que Zacarías González alcanza la excelencia como pintor, en los que pinta cada vez más para sí mismo y se va alejando poco a poco de los circuitos expositivos, posiblemente porque se reconoce dueño de un lenguaje propio, no se siente presionado ni por la crítica ni por el mercado. Su técnica prodigiosa se resuelve en dos líneas de trabajo que simultanea a lo largo de estos años, una modalidad más dibujística, con superficies pulidas, que roza el hiperrealismo, como es el caso del 'Melón de la mariposa', y otra mas abocetada y suelta, el caso de la 'Florista'; en ambos casos debemos destacar un sentido de la composición caracterizado por la claridad, el orden estricto y la armonía, y un cromatismo magistral, medido y acordado, sobre el que teorizó en numerosas ocasiones.

Quiero destacar, no obstante, en esta tercera etapa de Zacarías González, que nos encontramos ante un pintor intimista, un pintor de atmósferas, de ambientes teñidos de melancolía, de introspección. Esta atmósfera se percibe en los bodegones de objetos cotidianos, cercanos a él (cerámicas, frutas, envoltorios...), objetos a los que otorga una dignidad zurbaranesca y una trascendencia casi religiosa.

El ambiente melancólico se traslada también a las fachadas, a las puertas gastadas, e incluso un producto tan de derribo como unos viejos bidones apilados.Y qué decir de la presencias inmóviles, ensimismadas, metidas en sí mismas de los seres humanos que pinta, más personajes que personas, mas prototipos que individuos. Están cerrados a la comunicación, y el ambiente que las envuelve es también cerrado, lo que a veces genera en el espectador un cierto desasosiego.

En la exposición se muestra su última obra, la hemos llamado 'Sin título' porque desconocemos la voluntad de Zacarías, la dejó en el caballete de su estudio de Salamanca antes de marchar hacia Alicante, esperando la vuelta de su autor tras el verano. Pero ya no pudo ser, este cuadrito cierra así 60 años de una fecunda vida pictórica, que aporta a la pintura española del siglo XX una obra coherente, sincera y de una enorme calidad, consecuencia de la pasión por el arte de pintar que acompañó a Zacarías González a lo largo de toda su vida.