Dentro del proyecto informativo colaborativo de reflexión sobre el futuro del arte y nuestra sociedad (#pensandoelfuturo/#pensandonofuturo), nacido en plena lucha contra la crisis del coronavirus, presentamos esta nueva entrevista con David Barro, director de la Fundación DIDAC, institución sin ánimo de lucro que nació con la intención de divulgar el diseño y las artes contemporáneo, y desde hace más de 20 años comisario de exposiciones de arte y diseño y crítico de arte, y que, como el resto publicadas y/o por publicar, ARTEINFORMADO ofrece en abierto para que sigamos "todxs en casa pero todxs bien informadxs":

ARTEINFORMADO (AI): En estos momentos de incertidumbre, ¿qué mensaje de ánimo y de confianza le gustaría trasladar a todos los operadores y actores del mundo del arte?

David Barro (DB): En una ocasión leí que Woody Allen decía que le interesaba el futuro porque era el lugar donde quería pasar el resto de su vida. Tras un período de confinamiento e incertidumbre como este, nada mejor que el arte, el diseño y la cultura para ayudarnos a divisar futuros diferentes y para comunicar cómo puede ser nuestra relación con estos. Por supuesto, no es fácil mirar con optimismo al futuro si lo que vemos es una crisis sanitaria sin precedentes contemporáneos. Pero tenemos que hacerlo con la mejor de nuestras caras, pensar en que no se van a cancelar proyectos sino a posponer un tiempo y que, definitivamente, todo esto hará que un trabajo bien hecho tenga todavía un mayor sentido.

AI: ¿Cómo cree que va a cambiar el sistema del arte, en general, y el trabajo de curaduría, en particular, a partir de ahora, en lo referente a conceptualización de proyectos, relaciones con otros profesionales y/o organizaciones y estrategia de comunicación? ¿Toca reinventarse?

DB: Sí, pero una vez más, porque creo que esta profesión ha tenido que reinventarse continuamente. Pienso que estos últimos acontecimientos nos llevarán a un desarrollo más local y colaborativo entre agentes e instituciones entre sí, a poner más interés en el cómo y el qué antes que en el cuánto. Aprenderemos a valorar festivales e iniciativas de menor impacto medioambiental, menos masivas pero seguramente más efectivas para quien las viva. Desde la creatividad hay que diseñar el cambio, desde la responsabilidad con lo natural y con nuestra propia historia, construyendo desde esa herencia los signos futuros de nuestro propio sistema de expresión, desde el respeto y la valoración de lo diferente. El arte tiene la capacidad de conectar el ayer, el hoy y todos los futuros posibles venciendo a la incertidumbre. El arte y sus poderes fácticos, del mismo modo que la sociedad occidental en su conjunto, no pueden mirar más por encima del hombro y han de ser útiles, actuando de un modo responsable. Todo esto que está sucediendo nos enseñará a valorar más lo que tenemos y, en definitiva, a valorarnos más a nosotros mismos.    

AI: ¿Piensa ahora que debería acometer una nueva fase online para visibilizar y difundir más y mejor tus proyectos? Si, es así, ¿qué medidas baraja implementar de cara al futuro en su nueva estrategia digital y que no venía ejecutando?  

DB: Es obvio que existe una tendencia en este sentido. Pero no creo que la salida sea difundir más, sino difundir mejor, con más rigor. Lo decía El Roto en una de sus viñetas estos días: “una buena información es el mejor desinfectante”. Por supuesto, la tecnología online es un elemento indispensable, pero como también lo es lo emocional, lo psicológico y una profunda aprehensión de los valores socioculturales del momento. De ahí que una de las tendencias más consolidadas en arte y en diseño en los últimos tiempos haya sido el retorno al “aprender haciendo”, a ese rigor artesano que nos recuerda que al futuro no se llega antes solo con una fuerte inversión económica en tecnología. Ante la tecnologización del mundo, la cultura ha de ser tan crítica con esta como fortalecedora de sus virtudes, para actuar como moderadora, como contrapeso, como filtro. Creo que debemos mediar entre lo humano y lo tecnológico, tornando más amable y empática nuestra relación con el futuro, más ergonómica, más líquida y, sobre todo, más inteligente a la hora de enlazar lo científico y lo humanístico habitualmente separados cuando sus funciones convergen en una común: conseguir adivinar y construir un futuro mejor.