Refutada clínica e históricamente, la herencia de la modernidad ha conformado una sintomatología en torno a la representación y a la constitución del cuerpo de la mujer como un cuerpo enfermo. Las causas, signos y síntomas que lo configuran se construyen en pos de una arqueología del saber materializada en clasificar, conquistar y, por tanto, poseer este cuerpo y, en sí, a la mujer.

Era esta misma razón enciclopédica la que creaba gabinetes de maravillas y curiosidades con el objetivo de legitimar su autoridad intelectual frente a lo otro, lo corpóreo, orgánico e inferior. La configuración de este discurso dominante diagnosticó ficcionalmente a la mujer como paciente histérica, loca, desconsolada, obsesiva y sufriente.  Este fundamento, entre lo sano y lo enfermo, plantea jerarquías específicas que no se proyectan de sujeto a sujeto sino de sujeto a objeto, y es justamente dentro de estas genealogías y ficcionalidades donde opera, critica, denuncia y crea, el cuerpo artístico y expositivo en “Histéricas, locas y enfermas”.

Un cuerpo expositivo tejido desde la cicatriz como lugar de reconocimiento en el trabajo de Bárbara G F Muriel que reverbera en la actualidad esta imagen vigente de «Mujer enferma/Mujer eterna». Sus autorretratos, sin rostros ni rasgos reconocibles, sin posibilidad alguna de sexualización o racialización, bordados sobre impresiones en algodón de secciones de su cerebro, reflejan una intermitencia corporal, una suerte de limbo clínico. Ni sana, ni enferma.

Un cuerpo cosificado y mercantilizado que pide ayuda, en la acción de Yolanda Domínguez, que utilizó más de 100 kilos de publicidad de prostitución recogidos por la iniciativa vecinal No Acepto Madrid y con la colaboración del Consejo de Mujeres del Municipio de Madrid. Visibilizando el grito de ayuda que claman estas mujeres desprovistas de rostro o cualquier indicio de humanización, entre flyers de comida rápida o de reparaciones de teléfonos móviles, convertidas en un 2x1, en una oferta más de consumo en la ciudad. 

Un cuerpo que cuestiona los mecanismos que constituyen el mito de la amante sufriente en las obras de Noemí Iglesias, que recupera el proceso tradicional de la porcelana, un material frágil y duradero a la vez, como estrategia para desvelar los patrones de consumo que se constituyen y perpetuan bajo la utopía romántica del amor en los tiempos de Tinder.

Cuerpos fotografiados sin filtros que rompen cualquier estereotipo, como Miss Beige, heroína antiselfie armada con martillo, vestido, zapatos y guantes de color beige. Su reflexión sobre el género, las construcciones en torno a la idea de feminidad y los ritos sobre la apariencia y estética constituyen un nuevo modelo de heroína no sexualizada que nos interpela a cuestionarnos sobre las influencias y referentes que tomamos en la era de la adicción al like.

Cuerpos -los de Soledad Córdoba- que son chamanas, magas, iniciadas, peregrinas y guerreras, guías en este viaje iniciático donde la belleza, el silencio o la búsqueda están presentes, así como el dolor, el miedo y la incomunicación. Sus fotografías poético-performativas lanzan, por un lado, nuevas realidades e interrogan, por otro, sobre la existencia del ser humano. Al despojar a sus personajes y escenarios de toda realidad objetiva se convierten en puentes, hilos anudados por un cosmos que, desprendido de la realidad, se fusiona con lo poético, lo imaginario y lo evocador.

O cuerpos que se asoman a un futuro no tan lejano en el que los wearables están a la orden del día, cuerpos que sobrepasan cualquier materialidad orgánica y que, auspiciados en la tecnología, se reinventan en cyborgs en las obras de María Castellanos que investiga acerca de los nuevos paradigmas de la amplificación corporal y nuestra relación con la tecnología y el mundo que nos rodea. Cyborgs como máximos exponentes de lo poshumano y arquetipos de la capacidad y derecho de construirnos a nosotros mismos.

Todas ellas denuncian este imaginario y esta enfermedad pandémica creando una nueva corporalidad colectiva y expositiva connotada por el eco de referentes y resonancias de artistas anteriores.  Con todo ello, "Histéricas, locas y enfermas" reivindica a las mujeres que se rebelan contra esta enfermedad, que hacen de su cuerpo un baluarte, una vanguardia de reflexión y revelación, mujeres valientes, sanadoras, fuertes e independientes, que trascienden su propia biología y su maldición corpórea. Mujeres que contravienen las leyes de la naturaleza en un nuevo orden futuro.

Frente a la maldición biológica, la mujer biónica. Frente al pecado, la libertad. Frente a la diosa, la mujer sin más.

Ver aquí las 20 obras de la exposición.