Es una manera de trabajar que confía en la intuición. El concepto básico es el propio proceso deconstructivo que crea la condición previa necesaria para la conclusión de la obra que, muchas veces, resurge cual ave Fénix.

La creación permanente se alimenta de la curiosidad y la voluntad de crear. Se crea porque el propio crear así lo exige. Lo que nunca ha existido desea salir a la luz. Todo con lo que el artista se cruza se convierte en eventual pieza de una especie de rompecabezas cuyas reglas y partes cambian o se destruyen constantemente para crear un nuevo orden.

Es como si de un caos de líneas surgiera, lentamente, una composición. Las decisiones se toman de manera intuitiva y al resultado podríamos llamarlo libertad suspendida; de entre todas las versiones posibles solo una consigue materializarse.

Lo mismo sucede con los objetos de Hartmut Landauer que, comparados con sus lienzos, parecen más frágiles y ligeros. Una inmensa colección de papel y cartón, carpetas y libros viejos sirve de archivo sensual para la breve y espontánea realización de ideas collagées. Se corta, se une, se cambia innumerables veces hasta que el material original se transmuta en un nuevo ser. De esta manera Hartmut Landauer se permite lo que no le es posible en su pintura: plegar y juntar formas recortadas en vez de disponer y superponer capas.

Mientras el lienzo, inmóvil, inalterable, sólo se deja hojear mentalmente –a través de su historia- el objeto, más frágil, plegable y anárquico se resiste a ser concluido y únicamente mediante su fijación sobre la pared o disposición sobre una mesa, adquiere una posición determinada que podríamos comparar al entumecimiento de un insecto al ser capturado.

Son objetos móviles, módulos inestables con múltiples posibilidades de pliegue que se resisten a cumplir una función específica.

Solo la técnica elegida impone límites: los cortes rectos de cantos y lados en los objetos se deben a la utilización de una regla metálica y la cinta de enmascarar reserva en los lienzos espacios que después se rellenarán, con la espátula, con pintura acrílica y arena.

Esto le da a la obra, en su desarrollo informal, un fundamento estético y un lenguaje propio que más tarde será esencial para la comunicación con el espectador. Esta legislación formal podría compararse con la música: con la libertad de improvisación en la armonía. La fuerza de la obra es fruto de la sinceridad del trabajo. El cuadro evoluciona con la ayuda del tiempo; las sucesivas capas superpuestas, moldeadas a base de plantillas de cinta, van emergiendo del plano a la superficie mostrando una geología de formas cubiertas o dejadas en blanco en la memoria del cuadro. La densidad y la tensión en los lienzos de Hartmut Landauer son fruto de la autenticidad del trabajo, del hacer. Cuando la obra está lista para separarse, para desatarse de su creador, ésta se muestra como un ser propio que, a pesar de todo, quedará por/para siempre atado a la historia de su creación.

Para Hartmut Landauer el siglo XXI se manifiesta como el siglo de la desintegración. Para este artista la Modernidad del SXX no está aún concluida: ni artística, ni culturalmente. Intentarlo mediante la forma destruida es un trabajo enormemente complejo; es la búsqueda de lo entero. El resultado del deseo de llegar a ello, con suerte, es simplicidad. Solo a través de desvíos se regresa a la belleza. Está de más decir qué simbolizan las solapaduras y tijeretazos: son desvíos.

“Sólo puedo pintar un cuadro que no sepa cómo será” dice Hartmut. El afán por saberlo es el que lo lleva a trabajar

La sensación estética y el minimalismo en su trabajo son más bien fruto del efecto inevitable de la evolución que de conceptos creativos conscientemente asumidos. Si su obra reciente ha alcanzado una estética contemporánea es debido, en parte, al cambio continuo experimentado durante sus casi 25 años de trabajo.

En contradicción con su postura comprometida y seria, reivindicando obligaciones del modernismo (en su pintura rígida y plana), se advierte ya sin embargo en su obra una tendencia hacia un cierto postmodernismo. Precisamente allí donde ya no consigue curar a la forma destruida: en sus inestables objetos plegables que, finalmente, no son otra cosa que extensiones físicas o incluso cinéticas de la idea del lienzo.

Hartmut Landauer siempre ha buscado, para crear, lugares que respiren por arriba, espacios abiertos que permitan a su obra crecer en un ambiente de concentración y libertad absoluta.

Viajar y cambiar; la vida en el extranjero significa cambiar de opinión y a prender a ver las cosas de otra manera. Para el artista la posibilidad de cambio está en lo desconocido. Por eso el tránsito se convierte pronto en el rumbo de la vida: búsqueda de patria y pérdida, reubicación, rupturas y metamorfosis… todo ello describe las influencias que han incidido en su nueva obra: la esencia de la desintegración es la transformación.

La fotografía como complemento

La fotografía es, desde hace años, fiel acompañante del arte de Hartmut Landauer. Ya sólo como documentación de su trabajo resultaba clave para su entendimiento. Por ejemplo, había documentado las diferentes fases de desarrollo de un cuadro para montar después una secuencia animada en donde el cuadro se pintaba solo.

Un momento espiritual en el hallazgo de mitos.

“Las sociedades modernas crean un mundo donde el ser humano desaparece y es imposible de hallar. Al hacerse sustituible, se auto elimina”. En la serie de Polaroids memoryscapes y en la fotografia digital de la serie transition Hartmut Landauer evoca, en imágenes desérticas, la presencia espiritual del hombre. En un vano intento de combatir la desaparición, muestra la huella de la presencia y acción humana en lugares aparentemente desolados. Se trata de mostrar lo que pasa inadvertido, lo que no se ve. De repente se despliega una anárquica poesía. Los espacios, antes deshabitados, se llenan del genio de sus invisibles habitantes. ¿Hay belleza en la función, en la improvisación funcional? y ¿qué función tiene la belleza?

Se trata de buscar rastros, manifestaciones de la creación, de la vida. Las fotografías son un homenaje a la imaginación del individuo. El hombre contrapone siempre algo a su mundo; acondiciona y complementa su entorno ampliando, de esta manera, sus límites; incluso los imaginarios.

La libertad de la abstracción

La pintura y los objetos se infiltran en el espacio convirtiéndose, con su presencia escultural, en propios espacios. El horizonte, que en su anterior obra figurativa era lugar utópico para sus personajes, ha cambiado de perspectiva: ahora es aérea. Esto, y la distancia, ha extinguido la figura en la obra de Hartmut Landauer. Con el cambio de ángulo de visión y un creciente escepticismo hacia lo figurativo lo imaginable llegó a la tierra incógnita de la abstracción. Se trataba de la liberación de la reproducción de imágenes, extensión del espacio imaginativo que se abre al abandonar la figuración.

Pero el tema de su arte no es sólo dicha abstracción o la invención de lugares y espacios. También la descomposición es sólo un medio para regresar a la forma completa, a la re-deconstrucción.

Puede que los enormes lienzos con sus sutiles relieves y los objetos de papel evoquen maquetas arquitectónicas o esculturas reminiscentes de otros mundos (como sugieren sus títulos) pero no hay duda de que son lo que son: objetos propios, sin objetivo. No son sustitutos de nada, ni de cosas ni de espacios sino ideas libres e independientes. “Las cosas y los espacios son extensiones de nosotros mismos” dice el artista y con ello sugiere que se crea un lugar para aquello que ya no cabe en nosotros.

“Al crear no sólo hago visible una idea oculta sino que esa idea situada en el espacio de pronto crea un nuevo mundo propio”.

Hartmut Landauer está convencido de que las cosas nacen por su propia voluntad y tienen capacidad de comunicarse. Puede que hasta sean animadas. El espectador es capaz de percibir esta sensualidad. Para el artista esta calidad perceptible es una exigencia en todos los ámbitos de la vida y significa, en otras palabras, cultura. Los componentes de este arte son conocidos, recordados, vividos, transmitidos. La memoria de cada forma, de cada imagen, está siempre presente. Lo importante no es crear una nueva materia; en el universo todo surge de los mismos elementos. La clave para la diversidad, los cambios e ideas nuevas está en la combinación de estos elementos.

Si todo lo dicho hasta ahora es verdadero, la obra de Hartmut Landauer es mensajera del ahora y aquí: espacios en los que el encuentro con la obra crea un tiempo propio.

Marko Schacher, Stuttgart

(entrevista con el artista, Cádiz, enero de 2008)