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En el recorrido físico y lógico, cronológico diremos, por el que se ha decidido establecer la muestra en general, se avanza en la proporción que el blanco, el silencio, su decantación proponen por el avance hacia el color neutralizado, en la gama estructurada, prefijada en la secuencialización, hasta el estallido final y colorido, para el respiro de la mirada y su vocación de comprensión. O intercalado, como el fogonazo de un espejismo, que entiende necesaria la interrelación de las obras en el espacio físico para una atención 'al acecho'.
Esta muestra, que nace por voluntad del pintor Antonio Guisado, tiene en su inicio adjudicado el reconocimiento de Huellas, hasta que la impertinencia del curador establece una adjudicación nueva: Trasgos, no como valor impositivo sino como consecuencia del rastro que las obras van dejando a medida que se establece un reconocimiento en torno a ellas y se decanta, por tanto, una lectura aclarada de los distintos signos que las soslayan, que las empatan soterradamente a través de la mirada continuada.
Trasgos no es otra cosa que la consecución que procura Huellas, pero mientras en ésta se databa la implantación de los signos en la consecuencia rastreadora de los artistas, en aquella se detenta además, y magnificado, otros significados que sustentan una elaboración del discurso que el 'lenguaje al acecho' va a permitir discernir al 'veedor'.
Para que no nos olvide el lenguaje, para que no nos obvie su conducción, uno habrá de ser impertinente en la constancia de su solicitud, vehemente en la demanda de su presencia, obcecado en su recurrencia, cada vez que la obra nos reclame como hacedores, como ejecutores o, bien, como trasmisores de sus tantas variables como estado de cosas nos atañan...
El lenguaje culminará siendo, más allá de una huella, más allá incluso de la memoria de su rasgo, del trazo que su fisicalidad nos infunde, un sendero inaugural por el que reconocernos en su sesgo transversal, o en la secuencia continuada que lo trasmuta en trasgo: rondar en la noche -ya insomnes, ya inconscientes- al acecho de que la oscuridad se nos revele contenida en la esencia de un misterio que agoramos intuido.
Estos tres, que hoy discursan juntos, que se exponen juntos, asimismo, más por la obviedad de que sus vidas a veces quedan compartidas, han acabado por compartir, de igual manera, el espacio que les acoge bajo el propósito de una puesta en común. Ahora bien, ni aún en esa premisa habrán de entenderse que los discursos son convocantes, que las propuestas son convergentes o que sus trayectos por cada uno de sus particulares desiertos llegaron a citarlos en un oasis común.
Ni con esas, haber establecido un 'campamento común' para la adjetivación de sus lenguajes les hace paritarios, y pobre se tornaría su intencionalidad si así lo hubieran pretendido. Trasgos no es más que la consecución de un reconocimiento en la obra del otro, de los otros, y siendo acotado su deslinde ya es más que mucho. Es la consecuencia de que los artistas viven vidas que se saben proyectadas en la memoria que los otros aspiran a tener de ellos.
O bien al contrario, para reconocerse en las memorias de los otros, este espectro habrá de trascender a través de la contrastación de cada una de las memorias. De la datación sosegada en espera de la experiencia de los otros y a través del trayecto por cada uno de los personales desiertos: el vacío y sus señales -acaso descifrables- en silencio.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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