Jorge Nava, licenciado en la Universidad del País Vasco, propone aquí un singular juego pictórico, a modo de instalación conjunta sobre varios soportes. Sus piezas, en la tercera planta del Museo Barjola, son autobiográficas y personales, traduciéndose mediante pinturas de pared y otros formatos para establecer un diálogo de cuadros, objetos pintados y telas sobre el suelo que generan un espacio donde el espectador puede pasear. La idea de esta otra "familia" del pintor, configurada por amigos, experiencias y artistas referenciales, subyace como síntesis de este sugerente proyecto simbólico y expresivo, entre la figuración y la abstracción, homenaje al expresionismo bien entendido y el color como claves para el espíritu.