Trabajo desde la realidad, profundizando en la incidencia de luz sobre las cosas, armonizando colores complementarios hasta que el cuadro comienza a vibrar y de repente aparece la luz planetaria que veía Eduard Hopper, la caricia luminosa de Joaquín Sorolla entre los árboles, la densidad atmosférica de las estancias de Diego Velásquez o el hiriente fogonazo de Caravaggio sobre la negrura. Estas experiencias visuales son las que han empujado a artistas de todos los tiempos a perseguir la luz y capturarla a través del pincel. Mis obras quieren ser una condensación de tiempo y luz y una mirada benévola hacia las cosas, que por pequeñas, a veces nos pasan desapercibidas. Quiero darle al mundo alegría, la que yo busco, la que buscamos todos, la encontró Claude Monet en su jardín de Giberny.