-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

La fotografía no fue siempre considerada como arte. Su integración al arte fue un proceso lento y discutido que empezó con los fotógrafos retratistas. Así el retrato fotográfi co tuvo, en sus orígenes, una gran acogida como reemplazo del retrato pintado y, muchos pintores decidieron convertirse en fotógrafos. A mediados del siglo XIX apareció una nueva tendencia, centrada en la objetividad, que buscaba imitar la realidad con un alto grado de perfección. De esta forma, la fotografía se colaba por la puerta grande en el mundo del arte ya que al imitar de una forma casi perfecta la realidad, superaba ampliamente a la pintura en este aspecto.

La idea no era nueva. Ya nos lo había advertido Platón veintisiete siglos atrás. Nuestro mundo, aquel que conocemos no son más que sueños, refl ejos e imágenes ... de la realidad. En el libro X de su República, Platón pone en relación la cama de un pintor con la cama real. La cama real pertenecería a la Idea, a ese mundo ideal y desconocido por nosotros; a continuación vendría una segunda cama que sería la hecha por el carpintero y en último lugar la cama pintada por un pintor. A más no alejemos de la realidad más nos sumergiremos en las apariencias, en las imágenes porque éstas siempre pueden ser diferentes.

Así, el ojo ágil del fotógrafo busca de forma mecánica la belleza de lo fotografi ado ofreciéndonos, la mayor de las veces, una visión más bella del objeto de lo que es en realidad. Por eso, a veces, nos decepcionamos cuando vemos de forma directa algo que ya conocíamos a través de una fotografía. El gesto de fotografi ar es la de desnudar al objeto de su alma para materializarlo a través de la propia alma del fotógrafo.

La fotografía de Pepe Díaz cumple perfectamente con la del fotógrafo experto del pasado y con la mirada inocente e ilusionada del hoy. En sus gestos fotográfi cos se siente implicado con todo aquello que recorta a través del visor. Y así lo podemos contemplar al ver y sentir las fotografías que en esta exposición se nos muestran.

Pepe Díaz, en esta ocasión, nos enseña una exposición basada en el llamado arte urbano. En la composición de sus fotos y en la ausencia de personas se advierte un sueño de ascensión. Si lanzáramos una mirada invertida, a través del visor de la cámara de Pepe, podríamos llegar a él, conocer sus inclinaciones y deseos que no son otros que la de hacer una fotografía comprometida con su tiempo y lugar, fi gurativa, pero guardando la independencia de los elementos tratados. La sorpresa de lo inusual se ve contemplada en esos edifi cios sesgados. Pepe, como un cazador agazapado desde su escondite, aprieta el disparador y atrapa la expiración del mundo.

Su fotografía llena de color, de fuerte impresión cromática, directa, valiente, es una fotografía sin artifi cios. Prescinde del efectismo y de la fácil seducción que produce la fotografía sin color. Con aparente anhelo de proximidad a lo sagrado, Pepe eleva su mirada para aferrarse al hoy y a la vida cotidiana que, como una de sus palomas alza el vuelo para retornar a su palomar.