La luz y el reflejo, el viaje, la ciudad y el poso de la memoria han sido los materiales que han conformado tradicionalmente el discurso artístico de Chema Alvargonzález. La investigación de la arquitectura y la ciudad como espacio vital del hombre ha sido el punto central de su trabajo desde que finalizó sus estudios en la Hochschule der Künste (Facultad de Bellas Artes) de Berlín, bajo la tutoría de la polifacética Rebecca Horn. Él mismo ha comentado cómo "me interesan los lugares de tránsito: aeropuertos, estaciones de autobuses, por esa idea de movimiento".

Sin embargo, en su trabajo más reciente ese movimiento comienza a alejarse de la influencia externa para centrarse mucho más en el viaje interno. Como el mismo autor explica, su trabajo actual "es una mezcla de mi fascinación por lo que me rodea, por la vida ... en sí, y un viaje hacia momentos en los que hay una gran oscuridad". Tras el punto de inflexión que ha supuesto su enfermedad, su obra ha tomado derroteros más centrados en el espacio interior, que ha comenzado a desarrollar por medio de nuevas técnicas fotográficas de impresión sobre lienzo, en las que la inyección de tinta alcanza una calidad pictórica de gran densidad, que se aleja de la tradicional composición fotográfica. El cambio del proceso químico tradicional a este nuevo proceso digital origina una confusión retiniana que está en el origen de unos postulados artísticos que ya venía esbozado por medio de sus características cajas de luz, y que ahora desarrolla de manera física y real en unas superficies absolutamente perfectas.

Las obras que integran esta muestra son, por tanto, una consecuencia de su trabajo y de su experiencia vital anteriores; las diferentes combinaciones y variaciones que podrían establecerse alrededor de una misma historia, en este caso su propia vida, y que se plasman como reflejo de su momento actual. El punto de conexión son las líneas o caminos que encontramos en los viajes realizados, sobretodo en los viajes interiores, mentales u oníricos: tenemos, por un lado, las palabras, que generan recorridos en las imágenes; por otro, las líneas del dibujo que, habiendo formado siempre parte de la delicadeza de su obra, incrementa ahora su presencia, desarrollándose por medio de nuevos programas informáticos; y por último, la propia fotografía retocada, en la que el aparente juego de inmovilidad se dota de un movimiento presente en cada uno de los elementos que la conforman. Forma parte del discurso de su obra, también, la duplicidad Ausencia/Presencia, fundamental en su trabajo, y que gana importancia en este momento, con una mayor presencia de los espacios-reflejos en blanco y de las referencias a la naturaleza, a los árboles y sus ramificaciones, en un viaje de continua expansión, que coincide con el viaje de los espacios y las palabras, y que nos remite a la estructura interna del cuerpo humano, a su esqueleto. El juego de la luz y del espacio, con su reflejo cambiante, toma el papel creativo del gesto pictórico, que organiza, a través de un lirismo conceptual, el universo plástico del artista.

Su estructura de trabajo gira entonces, en torno a la idea de la multiplicidad del mensaje: mapas de líneas, juegos de asociaciones que entroncan por un lado, con todo lo investigado por Mallarmé respecto de los juegos de composición, cuyos poemas cerrados en sí mismos, alejados de cualquier realismo, y en los que el sentido proviene de las resonancias, influyen en la composición poética del trabajo de Alvargonzález, dotándolo de características que lo alejan de lo tradicional utilizando, por ejemplo, la duplicidad de los espejos como elementos del lenguaje aplicados a la composición de la imagen. Por otro lado, esta búsqueda de la variación remite a la tradición del arte clásico, en cuanto a que el planteamiento de problemas y su capacidad de resolución en infinitas variaciones dentro de una misma imagen, nos remite a la incesante búsqueda de variaciones que, sobre un mismo tema se producía, por ejemplo, en la pintura religiosa española de s. XVII.

La investigación de Alvargonzález se centra, por tanto, en la imagen y su composición, en los elementos que se mueven dentro de ella y en la búsqueda a través de la palabra. Utiliza la imagen para contar historias jugando con una técnica ambigua entre la pintura y la fotografía.