El tiempo es el componente decisivo en la obra de Ángel Garraza. No es el tema, sino la materia prima de las piezas que esculpe con la misma serenidad con que el paso de los años nos modela y define. Poderosa analogía: esculpir para ser esculpido.

No hay disciplina artística más ligada a la forma que la escultórica. Forma, como atributo de la materia, pero también, con Gombrowicz, como propiedad relacional; como aquello que nos identifica y distingue, como recuerdo, sentimiento y conciencia.

En Cosas y causas Garraza explora, una vez más, ese territorio que trasciende la materia a través su propia contingencia; la dúctil huella de lo humano en lo natural; nuestra frágil identidad y nuestro vano afán por concretar lo que no puede ser sino eternamente cambiante.