El artista japonés Teruhiro Ando presenta su primera exposición individual en la galería Eva Ruiz. Un conjunto de lienzos donde la manipulación del espacio, a través de la representación pictórica, junto a su alto poder de evocación, buscan un diálogo con la imaginación de quien las observa.

En la serie Sísifo, Ando transforma la percepción pre-condicionada del espacio real mediante su repetición ilusoria, alejándolo del aparente naturalismo de lo representado. Ese cuestionamiento de la realidad pictórica, inducido por la introducción del sentido ficticio de la multiplicidad, transforma los espacios reconocibles y aparentemente cotidianos en atmósferas que, lejos de ser inquietantes u opresoras, evocan la intimidad ensimismada de la meditación. La inclusión de puertas y ventanas abiertas y del cuadro-espejo multiplicador, favorece tanto la apertura espacial gracias a los vanos, como la metafísica, gracias a la imagen repetida representada.

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Otras de las piezas de la misma serie, son variaciones sobre la misma idea. Sin embargo, aquí el artista no recrea la reproducción infinita y casi transcendente de la imagen, sino que opta tan sólo por su duplicidad. Acerca incluso sus espacios ilusorios al concepto del 'falso espejo' de René Magritte.

Presenta en todas ellas una figura de manera total o parcial, en su mayoría parece tratarse de pequeños cuencos apilados sobre pedestales, mientras que en otros casos vemos tan sólo los soportes o una silla. A pesar de la simpleza estética de los objetos, su colocación en primer plano les aparta de lo anecdótico para relacionarlos con lo simbólico.

Ante la serie Ukabu nos enfrentamos a un conjunto de pinturas que simulan sencillas hornacinas blancas enmarcadas por formas geométricas en otro color. Cada uno de estos huecos abiertos alberga, o más bien parece proteger, un cuerpo cuadrangular suspendido en el aire.    

De nuevo, elabora una serie de espacios que, pese a su sencillez y realismo formal, se ven envueltos en la irrealidad. El uso de la forma en hornacina, su presentación radicalmente frontal y la aparición de un objeto flotando en su interior le da un carácter sagrado e icónico a lo creado. La pureza estética, la limpieza de su técnica, así como la utilización de la arquitectura simulada y el juego de lo ilusorio, son el punto de partida para que Teruhiro Ando desarrolle en cada uno de sus cuadros ambientes únicos. Consigue trasladar a la bidimensionalidad del lienzo la práctica contemporánea de la creación de atmósferas creadas en espacios físicos, lugares para experimentar lo artístico. Esa vivencia del espacio se relaciona en la obra de Ando con el sentido de lo eterno, de la permanencia, al presentar imágenes únicas donde lo místico nace de la multiplicidad y el icono del objeto inalterable. Su obra se aleja, por lo tanto, del concepto objetivo de la estética minimalista.