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Pintura, relieve, collage, escultura... A pesar de la pluralidad de técnicas que practica, Gerard Rosés trabaja sobre un mismo soporte: el cartón que pliega, corta y da forma. Su obra se compone de un conjunto de elementos que rehabilita la figura humana y renueva los códigos tradicionales de la pintura.

Escenas de género, clásicos como paisajes, naturalezas muertas, interiores acogedores donde las formas se funden entre sí para desvanecerse en ... tonos y valores sutiles.

Gerard Rosés --a la manera de Cézanne, Bonnard y Matisse-- utiliza el amarillo, el rojo, el azul, el verde para hacer rimas visuales. Poesía de la realidad que también bebe de las 'palabras' de Prévert: una mirada hacia la infancia, sin violencia ni conflictos, un lugar idílico donde los recuerdos, por la sencillez de su lenguaje, se conjugan en tiempo presente.

Tantas visiones escogidas y cotidianas donde la luz alumbra la escena desde el interior. Intimistas imágenes cuyo formato también implica una relación de proximidad entre el pintor y su tema.

Como una ventana abierta a la pintura, Gerard Rosés  nos incita a pasar al otro lado del espejo. Sus cuadros son una invitación al sueño, donde el decorado entra en escena para a veces salir del marco. Y si el artista utiliza el cartón para componer sus imágenes, es también para superar los límites impuestos por este soporte.

El reverso se transforma a veces en verso. El chasis, en parte integrante de la composición. Todo ello es a menudo un pretexto 'casi lúdico' para una pintura de doble cara. Nada mejor que eso para acentuar la profundidad del campo visual y crear una dinámica interna.

A través de sus 'montajes', Gerard Rosés sugiere más de lo que se describe: una felicidad tranquila, libre de toda restricción.

El artista se apodera de ese instante frágil, efímero, para congelar mejor el tiempo y recoger su huella y su calma ternura. También lo hace para mostrarnos que la sensibilidad se puede traducir, por así decirlo, con el color.

Claire Gilly