Finalmente, merece destacarse la presencia de artistas cuyas trayectorias empiezan a ser validadas por diversos museos de todo el mundo, como Sharon Lockhart y Daniel García Andújar, quienes muestran sus proyectos al lado de Robin Rhode e Ignacio Uriarte, autores muy jóvenes pero que, sin embargo, se hallan en plena efervescencia creativa. ÁMBITOS Nivel 0 En el teatro del arte los personajes abandonan sus caracterizaciones tradicionales, habitando identidades misteriosas y espacios inquietantes, tierras baldías para ser caminadas o para vagar por ellas, según nos muestra Juan Muñoz. El tiempo corre en sentido opuesto a los relojes, como señala la obra de Stefan Hablützel, donde vemos al padre y al abuelo del artista con la misma edad -treinta y un años-, atrapados ambos dentro de un instante imposible. De igual forma, el rostro de Esther Ferrer viaja desde el pasado hasta el presente y en esa travesía escribe su memoria más personal. El resultado es un muestrario de erosiones que invitan a la lectura, tal vez una máscara que esconde el deseo de adquirir otra identidad. También los objetos adoptan múltiples personalidades y con ello dejan de ser un simple atrezzo decorativo. Así, las vírgenes de Katharina Fritsch nos recuerdan hasta qué punto aquellas imágenes antes espirituales son, hoy, un reflejo kitsch de la vulgaridad consumista, tan vacías de contenido como los "sustitutos" de Allan McCollum, cuadros todos ellos diferentes pero que, sin embargo, ironizan sobre su uso puramente formal, aludiendo a la transformación del arte en un mero ornamento. Nivel 1 Tal y como sucede en las representaciones teatrales, los artistas contemporáneos también declaman palabras altisonantes, se quedan en silencio y gesticulan hacia el espectador. Daniel García Andújar reúne un conjunto de frases registradas por diversas multinacionales y, frente a esta "compra" del lenguaje por parte de los poderes económicos, él mismo adquiere una sentencia que pretende recordarnos como "la tecnología es un derecho humano". Frente a esta nube de eslóganes, Roni Horn nos muestra el rostro borroso e irónico de un payaso cuyos gestos son, igualmente, un archivo de expresiones sobre el sentido irrisorio de la existencia y acerca de la risa del arte. Respondiendo a todas estas palabras, vemos a Carlos Pazos en un perfecto y teatral mutismo, acodado en la barra de un bar como quien se apoya en algo recién terminado, en algo que está a punto de iniciarse. Robin Rhode presenta a un hombre de rostro oculto, moviéndose como los personajes del cine mudo. Una gran pared de ladrillos va apareciendo a lo largo de las fotografías, mientras el individuo desaparece paulatinamente: tener o no tener, ser o no ser, ésta es la cuestión. Por el contrario, Ignacio Uriarte muestra al popular actor y cómico Michael Winslow "interpretando" una delirante historia de la máquina de escribir a partir de sus sonidos, quizás planteando cómo frente al fracaso de los monólogos históricos, bien podemos salvar su estricta musicalidad. Finalmente, Sharon Lockhart recrea irónicamente la estética hiperrealista de Duane Hanson, enseñando a los montadores de una exposición propia como si fuesen esculturas de cera o personajes petrificados dentro de un único momento de la representación. Nivel -1 Una de las más importantes transferencias entre arte y teatro tiene lugar cuando los artistas revisitan el impacto de lo escenográfico en sus obras, convirtiendo las salas del museo en un enorme plató. Así parece entenderlo Jessica Stockholder, cuya instalación recoge diversos objetos que perdieron su uso originario y que han adquirido una atmósfera de suspense. Por otra parte, en el trabajo de Jordi Colomer, se observa una platea también abandonada, repleta por el polvo y las cenizas que el tiempo depositó. A través de ella camina el artista Carlos Pazos convertido en pianista ocasional, quien aborda los acordes de El aprendiz de brujo de Paul Dukas. Por último, la obra de Hans-Peter Feldmann reúne sombras que atraviesan los diversos telones y que dibujan ciudades, siluetas y decorados extravagantes. Nivel -2 Si hay un artista donde lo teatral adquiere especial importancia éste es Paul McCarthy, y si hay una pieza que pueda considerarse en sí misma como una verdadera obra de teatro ésta es Pinocchio House / Crooked Leg. El célebre personaje infantil deja de ser, aquí, un simple muñeco de madera, convirtiéndose en el autorretrato excesivo del creador norteamericano. Aumentando esta línea trágica, hallamos a Bruce Nauman, cuya instalación remite dramáticamente a las torturas sufridas por el periodista argentino Jacobo Timerman, quien en su libro Prisionero sin nombre, celda sin número, narra los violentos interrogatorios a los que fue sometido durante la dictadura militar de su país. Como epílogo de la exposición hallamos el trabajo de Muntadas donde se observa a un conjunto de individuos sin identidad, deambulando por el espacio igualmente genérico de un aeropuerto. La deriva de estos habitantes del "no lugar", como los llamaría el antropólogo francés Marc Augé, se transforma en una perfecta coreografía de la dispersión, haciendo que el espectador también adopte un mismo papel de voyeur desorientado.-------------------------------------------------------
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El teatro del arte es una exposición que reúne diecisiete obras realizadas por algunos de los autores más relevantes de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación 'la Caixa', las cuales configuran un auténtico panóptico sobre algunas de las principales tendencias estéticas desde principios de los ochenta hasta la actualidad.
Instalaciones emblemáticas para la historia del arte, como las de Paul McCarthy, Juan Muñoz, Bruce Nauman o Allan McCollum, conviven junto a piezas de reputados artistas del panorama nacional e internacional, entre los cuales se encuentran Muntadas, Esther Ferrer y Hans-Peter Feldmann. Verdaderos clásicos de los años ochenta y noventa, por ejemplo Carlos Pazos, Katharina Fritsch y Stefan Hablützel, comparten espacio con trabajos muy representativos de la última década, según manifiestan las propuestas de Roni Horn, Jordi Colomer y Jessica Stockholder.
Finalmente, merece destacarse la presencia de artistas cuyas trayectorias empiezan a ser validadas por diversos museos de todo el mundo, como Sharon Lockhart y Daniel García Andújar, quienes muestran sus proyectos al lado de Robin Rhode e Ignacio Uriarte, autores muy jóvenes pero que, sin embargo, se hallan en plena efervescencia creativa.
El proyecto
El arte contemporáneo parece haber radicalizado esa idea, típica del Barroco, según la cual el mundo constituye un enorme teatro donde comedia y tragedia se dan la mano. No obstante, frente al fatalismo que entiende la vida como un monólogo escrito de antemano y, por tanto, irrebatible, numerosos artistas prefirieron elaborar sus propias representaciones, utilizando el museo a la manera de un escenario expandido, donde el espectador es empujado a abandonar su rol de figurante para tomar parte -y arte- de la actuación.
Y es que 'The Show Must Go On', es decir, la ceremonia debe continuar independientemente de cuál será su desenlace, ya venga mediante un lamento apesadumbrado o, por el contrario, después de una sonora carcajada.
Así, la presente exposición intenta rastrear los puntos de encuentro entre la teatralidad y la creación artística contemporánea, las maneras por las cuales los artistas fueron modulando escenografías, declamaciones y ejercicios coreográficos, convirtiendo los espacios expositivos en vastas plateas, insuflándole vida al teatro y teatro al arte.
