Exposición en Santander, Cantabria, España

Aquí y ahora

Dónde:
Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS) / Rubio, 6 / Santander, Cantabria, España
Cuándo:
17 may de 2007 - 07 jul de 2007
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición

Las raíces de los primeros trabajos lo sitúan muy cercano al informalismo, aquel gran momento que se desarrolla en España en los años 60 y extiende su influencia en plenitud rápidamente como una gran marea, a todos los órdenes del arte hispano, representado por el éxito vertiginoso del grupo El Paso. Partir del informalismo es un punto complicado, porque ¿a dónde se llega después? Entonces, el joven Martínez Cano está cercano sobre todo al canario Millares, un informalismo matérico protagonizado por el uso de grandes arpilleras como superficie de trabajo donde lonas, redes y cuerdas se van confundiendo, apretando y dando lugar a esas imágenes austeras, contenidas, monocromas de marrones y grises, restos de una marea nocturna, oscura y parda, cosas encontradas que ocupan el lugar de la imagen y se hacen imagen.

La abstracción irá dejando pasar a la figura humana y con ella al paisaje. El mar cercano, cotidiano ... ya presente de manera evidente y, el hombre, desnudo contra los elementos, esbozado con trazo amplio, recortado contra unos fondos que sitúan esta figuración en un momento más expresionista, la paleta reducida todavía a unos pocos colores: el azul nocturno cubre con su oscuridad unas obras que parecen, vistas en conjunto, unas continuación de otras, pedazos de un mismo relato, altos en una misma historia. La mítica o la lírica del mar, sus peligros, su fuerza, el mar y el horizonte conteniendo al paisaje.

Procedimientos de mezcla y disolución, el oleaje y sus derivas. Cada momento es propio para una historia, cada historia requiere un lenguaje, cada lenguaje tiene una manera muy particular de ser llevado a cabo, todos las investigaciones técnicas, todos sus experimentos y también sus riesgos, van ligados al desarrollo de una sintaxis personal. Neoexpresionismo, pop o ensamblajes, transcurren en la vida artística de Martínez Cano sin ceder a las presiones evolutivas del arte de tendencia. Cada etapa es una reflexión que empieza y termina sobre el contenido y la forma de ser resuelta con sus propios materiales.

Veremos acercamientos a lo pop, lo pop entendido como lo cercano, relatado a la manera de un collage, el guiño a lo cotidiano se mezcla con la cita artística, homenajes más o menos velados, recursos del collage semejantes a los de la publicidad y sus estrategias entre la seducción, la gracia y lo críptico u onírico. En estos años 80 España se ve invadida de repente por ese espíritu de grandes acontecimientos y grandes nombres que la sitúan en la órbita internacional. Son los años de una vuelta al orden de la pintura. Son los años sin embrago, en que Martínez Cano investiga con otros materiales y otros procesos creativos, como esas esculto-pinturas de ensamblajes de maderas pintadas después, todas con forma antropomórfica, personajes de un imaginario muy poblado de iconografías privadas, tótems misteriosos: los restos de madera dispersos en la naturaleza se reconcilian de nuevo en la forma a través de las manos del artista, que les da una naturaleza nueva. Trabaja también junto a Juan Uslé y Victoria Civera y participa del debate artístico de la región. Expone por toda la península, asiste a diversas bienales donde comparte plaza, entre muchos otros, con un incipiente Miquel Barceló. Experimentos diversos pero con la pintura siempre a la cabeza, en la cabeza.

También, más adelante, participará desde muy cerca del debate político. Asociada a cada época encontraremos toda una serie elaborada de piezas que nos hablan, en conjunto, de una reflexión profunda y seria sobre el hecho pictórico y sobre el tema pictórico. Reflexión que se lleva al extremo y una vez resuelta desaparece o evoluciona para dar paso a una nueva confrontación con el lienzo, un nuevo desafío o problema.

Los años 90 son los de los trabajos más matéricos. Las piezas que se muestran bajo el título general de Recieza, todo lo que nos deja el mar en las orillas, contienen una figuración abstraizante, y dentro de la misma serie vamos desde lo más visible a un posterior alejamiento sutil de lo figurativo. Predomino del azul, una marejada de azules se mueve por la superficie verdaderamente acuática de una tela conquistada por esa luz muy clara que nos trae los entornos del puerto, los colores del paseo marítimo. El azul, empastado, sinuoso, cielo o agua, horizonte quizás, como verbo fundamental de la sintaxis de Martínez Cano, que es uno de esos rarísimos pintores donde los azules no son fríos y su uso y abuso se convierten precisamente en todo lo contrario de la frialdad.

El hombre (artista o protagonista), ha salido a buscar el paisaje. Se abre camino a través del reflejo, de los restos: buscar en la realidad más cercana la imagen propia de las cosas. Lo humano y los restos de lo humano, el hombre se recorta en el paisaje o contiene al paisaje. El espacio natural se traslada al espacio del cuadro, el paisaje es el espacio de trabajo que se vuelve de nuevo paisaje.

Los trabajos recogidos en la exposición titulada Vacior, en 2004, marcan un antes y después en las conquistas visuales de Martínez Cano, un nuevo periodo o episodio, una nueva manera de afrontar la factura creativa, de buscar a través de la incisión en la superficie de la obra, los recursos expresivos necesarios para un despojamiento de muchas cosas. Vacior, el pasado como poso, como materia que se destila hasta llegar a la pieza final. La huella como lugar de reflexión. Se va eliminando el trazo, la pincelada, la línea…Trascendencia de lo plano, profundidad de carácter y carácter de profundidad. Incisión, corte, violencia, cirugía sobre la piel de la escena. Geometría para contener el relato. El artista se nutre de fotografías antiguas, con cierto valor antropológico, de indagación en el entono cercano, el espacio y el pasado cercano. La memoria a través de su representación fotográfica, la fotografía imago barthesiana, testimonio de lo real que ha sido, se hace protagonista de la mirada nueva y renovada a través del trabajo pictórico. Pintura narrativa, cada escena nos lleva de un lugar a otro, de un momento a otro de la experiencia del lugar y de la experiencia del pintor.

El blanco y negro narra, el color acentúa o adjetiva la narración. Resolver las relaciones entre lo curvo y lo recto, entre el blanco y negro y los colores ya completamente planos, entre la imagen fotográfica como memoria y la memoria como representación. Amplificación de los ecos de esos recuerdos y ampliación a gran tamaño de la pequeña copia fotográfica, un poco como Lichtenstein ampliaba y amplificaba los detalles de una viñeta en un cómic. La imagen del momento en una fotografía se trasforma en el momento de la imagen en un bajorrelieve pintado: la pieza final es mimesis de una imagen que es mimesis de un momento real. La imagen de un recuerdo se hace pintura de la imagen de un recuerdo.

En mayo del 2006, Martínez Cano abría al público en Santander Desconciertos, una exposición donde da un paso más en esa manera de abordar la práctica de la imagen iniciada en Vacior. Ahí se relata una aventura social, un atentado terrorista ocurrido en Londres del que el pintor fue testigo directo. Las escenas son ilustraciones talladas de una pesadilla. El color en su superficie se extiende en bandas verticales, uniformemente, mientras que la escena ocurre detrás; dos, tres colores son suficientes. Un proceso que va desde la oscuridad hasta la luz, desde lo más profundo de la escena hasta nuestra mirada. Esa manera de enfrentarse al relato pictórico, se desarrolla ahora algo más evolucionada. Aquí y ahora recoge fotogramas de una historia personal que se nos va contando paso a paso, el camino que se recorre es un paisaje ahora urbano. El hombre y el paisaje como protagonistas absolutos de todo un trabajo preocupado por poner en cuestión los límites entre uno y otro, entre cada pincelada y cada tramo, de paso del pie y de trazo de la mano. Entre las primeras arpilleras y la investigación actual sobre cartón pluma, de lo blando a lo duro, toda una carrera que profundiza, herramienta en mano, sobre la factura, el lugar de la mano en la acción, el uso del volumen, esa tercera dimensión sobre lo plano y sus lecturas abiertas. Relieve que genera volumen y que lleva directamente al deseo del tacto. Argos es una trainera que se hace líquida a medida que nos vamos acercando… El secreto de Joaquín Martínez Cano es que nos exige que nos acerquemos poco a poco a las piezas, casi hasta el milímetro cuadrado para ver y entender cara a cara su profundidad. La escena al fondo del color, la figura velada y desvelada detrás, de lo más evidente a lo más abstracto. Y ahí mismo la naturaleza urbana como lugar de la mirada, y la naturaleza humana como lugar de trabajo. Y al final ese constante lugar de trabajo: la mirada.

Todo es siempre paisaje en Martínez Cano. Urbano o marítimo, reconocible o metafísico, interior o exteriorizado, centro o derredor de lo humano. Para escribir un solo verso, dice en alguna parte Rilke, es necesario haber visto muchas ciudades. Y muchas ciudades, muchas miradas confluyen, se reúnen o resuelven aquí. Este trabajo nos obliga al ejercicio que consiste en mirar de lejos y de cerca a un tiempo, cómo llegar a esos dos niveles de realidad pictórica superpuestos y esos tránsitos de una imagen a otra, de una escena a la siguiente, cómo resolver esa tensión. Los lugares de alrededor, del aquí y de ahora, son al mismo tiempo cualquier lugar de cualquier calle, ese rostro de Marcado es una marca que se nos oculta y de la que no podemos apartar la mirada, ese reflejo en el agua es la calle de nuestros pasos. Alrededores cotidianos de los que el espectador se hace cómplice, habitante. Lugares comunes, reducidos a lo esencial. Lo cotidiano como extraordinario. El color subraya el relieve, lo acentúa o lo aplana, lo resalta o lo distrae. El negro es profundidad, el blanco luz palpable. Bajo la geometría de las bandas de color, la sugerencia de la escena, bajo las banderas geométricas, la narración. Nos encontramos con grandes formatos exageradamente verticales y horizontales, pero ajustados siempre a la acción, y otros más cuadrangulares y equilibrados. El centro en su sitio, la acción en cada una de las partes. El artista se siente igual de cómodo con los grandes tamaños como en los medianos o los pequeños. Entre todos se construye una historia. Rostros en la calle, escaparates, peatones, el pulso urbano, instantáneas que recogen, intencionadamente o no, un despojamiento de la anécdota, cierta borrosidad al fondo de unas escenas que se van desdibujando, y donde el trabajo que se va haciendo cada vez más parco en elementos, más limpio y hipnótico para el espectador.

Y a ambos lados de la superficie pictórica, el color que se resuelve trágico sobre el negro, a un centímetro de profundidad. Composición fotográfica que se hace bajorrelieve, profunda dimensión de una autorreflexión constante. Mirar, buscar la distancia necesaria para acercarse, tocar tal vez, múltiples niveles de lectura amplificados por el deseo de ver delante y detrás, aquí y ahora, y tratar de dibujar con palabras el posible retrato de Joaquín Martínez Cano…ut pictura pictura. (RH)

 

 
Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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