Descripción de la Exposición Si algo resulta especialmente atractivo en las fotografías de André Cepeda es su manera de temperar la imagen, como quien afina un piano. El argumento es mínimo. La mirada prolongada, tensa. La manera de convocar lo espacial genera espacios inespecíficos, porque no se trata de atrapar la imagen sino de que esta se construya desde lo lento, desde lo minucioso. André Cepeda reflexiona sobre cómo miramos, sobre cómo vemos y sobre cómo no vemos. Cuando se fija en una estructura lo impreciso se configura como límite de lo que está fuera del alcance visual de la fotografía. Se trata de ver y dejar de ver. De esperar la luz una vez que se ha encontrado el encuadre, que nunca es producto de lo intuitivo sino de lo específico. Más tarde sí es verdad que la imagen surge, casi sin querer. Es así como el gesto simple desencadena reflexión. Se trata de aprehender las imágenes para dotarlas de un significado que nunca se revela literal y que en esta nueva serie realizada en la ciudad de São Paulo se presenta más pictórico, más abstracto. Como resulta habitual en su trabajo, son los elementos emocionales y conceptuales los que desencadenan la obra. De ahí el carácter singular y personal, deliberadamente ambiguo, de sus fotografías. En este caso, la experiencia de caminar y transitar por la ciudad de São Paulo, observando su flujo, su luz, sus distintos detalles, desemboca en un proceso que tiene mucho de serendípico, convocando elementos cotidianos de un modo natural para introducirse en los motivos que más le inquietan, casi a modo de necesidad. Es como si su fotografía explorara la relación entre la realidad y su espacio negativo, entre lo que podemos suponer perdido y lo que se acaba encontrando. La realidad cotidiana de una ciudad como São Paulo se destila así desde el misterio, ya sea a partir de una esquina que se desdobla en una suerte de caleidoscopio monocromático para multiplicar su propia realidad o fachadas que se despliegan a modo de texturas pictóricas. Entre tanto, una mirada atenta apreciará una serie de cambios respecto a sus series anteriores producto de reflexionar sobre su realidad más cercana: la ciudad de Oporto. La escala de la ciudad, la relación de esta con la naturaleza, el vibrante color capaz de generar climas azules, naranjas, amarillos que se despliegan desde lo puro, suaviza el tono de sus imágenes, que se resuelven más puras, de una limpieza mínimal, convocando lo táctil. Más que nunca, el artista abstrae claves de lo visible. No es tanto el motivo lo que importa, sino lo que las fotografías nos transmiten, más allá de su sentido encriptado, inacabado. Las imágenes de André Cepeda nunca semejan estar completas porque son producto de una mirada curiosa, de esas que huyen de los horizontes definidos. De ahí que se proyecte paciente y nazca del encuentro que emerge de una observación profunda capaz de desvelarnos matices casi inapreciables de nuestra realidad. Tal vez por eso conceda tanta importancia a la luz, que en estas últimas obras se resuelve con un mayor protagonismo, desde la saturación cromática, desde la reencarnación pictórica. Como en la pintura, el color genera fisuras perceptivas y nosotros, espectadores, abrimos los ojos a ese desorden sin, como señaló Samuel Beckett, la necesidad de comprender, simplemente dejando entrar esa verdad. Es verdad que existen obsesiones siempre presentes en el trabajo de André Cepeda, como sus juegos de líneas y una presencia de lo escultural, pero también que esa suavidad pictórica, donde la energía se condensa y todo se revela, lo que hace que los contornos y los encuadres coqueteen con lo huidizo, así como la pureza lineal de la arquitectura modernista brasileña, le conducen a unos terrenos hasta ahora no presentes en su trabajo. Como cuando en series anteriores trabajaba retratos y sus personajes semejaban perdidos o desorientados, abandonados, ahora traduce esas miradas vacías en una especie de abismo que se configura como superficie impenetrable, como un horizonte vaciado paradójicamente lleno. En este sentido semeja paradigmático el título de esta exposición, 'Bajo un sol recto'. Porque las fotografías de André Cepeda, aunque se configuran desde lo emocional y la experiencia, rara vez permiten el encuentro, como si su misma imagen hubiese desaparecido, o se hubiese distanciado. Todo se traduce en una especie de abismo de la mirada, un abismo horizontal, cercano a aquel descenso al Maelström narrado por Edgar Allan Poe: 'Al principio me sentí demasiado confundido para poder observar nada con precisión. Todo lo que alcanzaba era ese estallido general de espantosa grandeza'. Esa inmensidad se traduce, sin embargo, dentro de unos grados de intimidad presentes en todo el trabajo del artista, capaz de temperar la imagen para concentrarse en su propia atmósfera, como si las imágenes no tuviesen principio ni fin y el silencio impidiese marcar el tiempo de la imagen.
Exposición. 08 may de 2025 - 14 sep de 2025 / MNAC - Museu Nacional d'Art de Catalunya / Barcelona, España
Formación. 30 oct de 2025 - 11 jun de 2026 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España