El pintor Ulpiano Carrasco es, a mi entender, una de las figuras más relevantes dentro de la expresividad figurativa que practican las nuevas generaciones de artistas plásticos en España. Nacido en un lugar apartado de las grandes urbes y en pleno contacto con la Naturaleza, aprendió, de los colores vivos de plantas y flores, el sentido de constante progreso espiritual que los mismos expresan. Tuve la oportunidad de conectar con su obra cuando, a finales de noviembre de 1998 la expuso en Barcelona, ciudad española ampliamente conocida en el mundo porque fue la organizadora de los Juegos Olímpicos de 1992, y me cabe el honor de decir que fui de los primeros que advirtió como, a través de la intensidad de los colores, había en sus pinturas no sólo una forma contundente de afirmar el empuje de una sociedad que sabe unir lo natural con lo fabril, ... sino un importante modo de indicar que los pueblos, nacidos de culturas y tradiciones muy diferentes, han de saber hallar proyectos comunes que, sin dejar de mantener lo que es esencialmente propio, comprendan y compartan lo que tiene de positivo el progreso social.

En estos últimos años Ulpiano Carrasco ha expuesto en distintos países de Europa, Asia y América. Su obra ha conectado con distintos públicos y, sin renunciar a ser propia, ha expresado la pujanza urbanística y orientada hacia el progreso de las naciones que ha visitado. Por ello me complace que ahora exponga en Singapur y que se haya fijado en el crecimiento urbanístico de la capital de este país que, a su fértil y bien organizada agricultura, une un gran desarrollo industrial y demuestra con sus autopistas, oleoductos y servicio eléctrico que sabe aprovechar al máximo las posibilidades técnicas, a la vez que mantiene sus esencias.

Los orígenes del pintor Ulpiano Carrasco se sitúan en los campos rebosantes de luz y color de su originaria Cuenca, un lugar bello y a la vez agreste de España, donde los fríos pueden ser muy intensos y los calores muy fuertes, pero en que los hombres han aprendido a ser sinceros con los demás y plenamente dignos con ellos mismos. Y así lo practica con su pintura, en la que no hace concesiones en la temática, sino que utiliza los más variados motivos para afirmar la fuerza del ser humano que sabe aprender de lo que le rodea.