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- Cada cambio es una catástrofe y cada catástrofe una resurrección- Octavio Paz
Desde hace más de quince años he sido testigo de una labor secreta y de cambio constante. Rafael Canogar cree que la creación es una aventura: la primer pincelado, el primer trazo, el primer rompimiento con el pasado. Aunque es consciente que en momentos hay que volver al punto de partida. Atrás y adelante se abren espacios. En su caso: el informalismo, la figuración, la abstracción. Un cambio significativo del arte moderno, que me lleva a pensar en una palabra: metamorfosis. Pero Canogar sabe cuál es su horizonte, crea para poblar un vacío que lo persigue, que lo interroga, para crear siempre una nueva aventura. Juego entre lo desconocido y lo conocido. Tiempo y memoria. A lo largo de más de cincuenta años, Canogar ha comprendido lo que afirmo en algún momento Octavio Paz: 'La modernidad no es la novedad y que, para ser realmente moderno, hay que regresar al comienzo del comienzo'.
En cada etapa creativa Rafael Canogar se ha arriesgado a redescubrir su lenguaje pictórico. Y no puede retroceder. Él sabe dónde y cuándo terminará su aventura. Su obra reciente lo sabe. Oscila entre el balbuceo y la iluminación. Es una lucha entre el rigor y la espontaneidad. No es sólo un pintor poeta, es una sensibilidad lúcida, reflexiva. Sus formas, tensas y poéticas, cuyos colores son de un destello salvajemente entusiasta, que instan al recogimiento, al silencio, donde el espectador dialoga directamente con la obra aislada, sola, o en contextos de ritmo cerrado a conciencia.
'El curso de la obra de un pintor' dice Rothko 'a medida que avanza en el tiempo, debe tender hacia la claridad, hacia la eliminación de los obstáculos a menudo obstinados entre el pintor, la idea y el espectador'. Retomo esta idea, pues la integridad con que Canogar ha asumido los riesgos de su aventura, ha sido necesaria, sin miedo a la caída o al vacío, seguro como afirma Rothko de su claridad, para vencer todas las influencias, transformarse y crear una de las trayectorias más singulares de a segunda mitad del siglo XX.
Canogar no cambia, sino que madura a través de los años. En su nueva aventura creativa la materia está viva (inercia) y el romanticismo del arista vive más libre, es decir, nos asombra con creaciones cada vez más delirantes, silenciosas, que recuerdan la frase mágica que rescata Gaston Bachelard en algún ensayo: 'Le silence, est la nuit de la parale'.
En sus cuadros de los últimos tres años el espacio no nace como una extensión abstracta sino como vibración cromática. Hay una búsqueda del espacio, pero de un espacio vacío. Un espacio fragmentado y recompuesto en unos grandes campos de color, que parecen muros, pero también aberturas a la vez. Las formas planas y tensas, en momentos convulsas, expresan su movimiento más poético, cuando Canogar encuentra su significado. Y, cuando lo encuentra, lo ilumina. Conjunción visual, pictórica y poética. Juega con la tensión de las composiciones, y un contorno que no es ni un rectángulo ni un cuadrado, sino un perímetro irregular; después, las manchas -las masas- de color que cubren la forma total y que actúan creando una nueva tensión con el soporte. El color está relacionando con la forma de la base, pero no se le somete totalmente - es su acompañante, pero no su consecuencia. Más crudo y violento. Es una transformación que hace que el color vibre, que el espacio exista, no para conquistar la composición, sino para provocar una embriaguez de vértigo lúcido, lleno de formas y poderosa poesía llena de perturbación visual. En este poema de la poeta polaca Wislawa Szymborska cree firmemente en la exploración de los sentidos. En la aparición de lo invisible. Y a contracorriente, Canogar no sólo lo cree, sino que lo recrea en su pintura, creando un universo de formas inéditas, que demuestran su furia creativa constantemente: la magia de crear.
Creo en la dispersión de las cifras,
En su dispersión sin remordimiento.
Las dimensiones de estas piezas son grandes. No pretenden ser pared, en todo caso fragmento de pared transformado en objeto. Son arquitectura invisible. Canogar logra que circule el aire, que la forma no quede apretada, sino libre, móvil, germinal. Que esté el germen de la forma, más que la misma forma. No son las formas parciales, internas, las que le interesan, sino la forma total. Esa forma total la veo integrada por el formato, la estructura, el color, la textura. La reiteración de todos estos elementos es lo que constituye la obra. Rafael Canogar es un artista que es capaz de contradecirse, un solitario -alquimista y renacentista - que combate con el pasado y el presente, con sus maestros y sus contemporáneos, pero sobre todo, y como lo ha hecho a lo largo de más cincuenta años: con él mismo. En fin, un artista de su tiempo.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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