Cercana a una nueva figuración que prefiere recuperar la figura como motivo pictórico, casi abstracto, antes que como acercamiento realista, la obra de Patricia López escarba en un origen mítico fácilmente reconocible para la historia de la pintura: la primera vanguardia de entreguerras, el expresionismo sacado de su contexto temporal para retomar una singular estética defensiva, posmoderna, de retaguardia. La pintura es tiempo materializado, captura pero, ¿un tiempo real? Un tiempo paródico, inexistente fuera del juego del puro presente, un tiempo de la pintura y no de las cronologías. Figuras recortadas en un gran contexto negro, una pincelada zigzagueante que los convierte en espacios deliberadamente anacrónicos, fuentes de color. La obra de alguien que ama la materialidad del cuadro.