Si las matemáticas no me traicionan (y lo hacen a menudo), conozco a Diego Blanco desde hace más de un cuarto de siglo. Y en todo este tiempo -que, a mi juicio, es más que suficiente para conocer cabalmente a una persona- no ha dejado de sorprenderme su capacidad innata de afrontar retos y tomar riesgos, dejándose guiar por su sola intuición. Y creo que ese respeto soberano por sus propios impulsos puede apreciarse en esta serie de pinturas y dibujos de sólida factura y gran sensibilidad estética, en los que, apresuradamente, podríamos ver la intención de reflejar una realidad que le es más o menos inmediata. Sin embargo, una mirada más profunda e incisiva a estas telas nos revelará su espíritu verdadero, que no es otro que el de atrapar el instante y la actitud contemplativa de quien se maravilla ante lo que ve. Considero que este noble
... empeño en asir lo inasible es lo que distingue a estas obras de otros meros ejercicios figurativos. Así pues, estos horizontes mediterráneos son mucho más que paisajes idílicos, son una manera de representar el silencio, la quietud y el infinito, en definitiva, son una forma de agradecer el misterio que nos rodea y del que formamos parte.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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