Aún a riesgo de no hacerlo tan bien como en ocasiones anteriores lo han hecho notables amigos que se dedican al delicado mundo de la crítica artística y a la literatura en general, me decidí a hacer personalmente la presentación, en este catálogo, de la exposición que nos ocupa, ante la sensación de asistir a una encrucijada en el quehacer artístico, en la que me parece oportuno plantear una especie de declaración de intenciones.

A lo largo de la Historia, los artistas, desde los tiempos más remotos, han especulado en su creatividad con todo lo que les rodeaba, ya fueran personas, objetos, edificios...La plasmación de estos elementos podía adquirir un sentido artístico cuando se lograba transportar algo cotidiano a una dimensión superior, a unos parámetros que tienen que ver con la belleza y con lo mágico, con una autonomía tal que tuviera sentido ... por sí misma.

Entre todos los elementos de nuestro mundo contemporáneo, la ciudad y su bullicio proporcionan un escenario incomparable para la creatividad artística. Aquello que a diario nos envuelve, avenidas, autobuses, semáforos, señales, personas que deambulan y que escapan a nuestro dominio, puede transformarse a través de un orden estético en una singular visión que transcienda y muestre un sentido emocionante de nuestras vidas.

La ciudad, pues, da cuerpo y es el objeto de esta exposición, a través de la cual podemos observarnos a nosotros mismos desde una perspectiva que se pretende original y afortunada, de modo que estas obras resulten ser espejos que reflejen no tanto lo que es, sino lo que podría ser.

El título de la exposición, ' ciudades', surge al contemplar el conjunto de estas obras y analizar las sensaciones y todo el devenir intuitivo que habían protagonizado en mí su lenta y laboriosa creación.

Después de observar tenazmente la ciudad, gran invento humano, como fenómeno cultural y vital, y, sobre todo, después de varios años de incesante trabajo sobre el tema, se ha ido produciendo una depuración, una filtración, que ha desencadenado un planteamiento distinto del inicial.

Aquella ciudad, de edificios reconocibles que resultaban los protagonistas del hecho plástico, ha cedido terreno a estructuras de color y claroscuros que, en muchas ocasiones, están transgrediendo la figuración y que la utilizan como excusa para tratar de un lenguaje pictórico y de una pretensión estética que coquetean con la abstracción sin perder las formas.

De la plasmación de la realidad aparente, más o menos objetiva, que en obras anteriores era el asunto primordial se ha pasado a un territorio más autónomo, en el que la cuestión más importante es el propio hecho artístico y no tanto su relación con la imagen retratada. La obra se hace independiente y adquiere un lenguaje tanto en el color, como en las geometrías, a veces arbitrarias, o en la utilización de una luz surreal y escenográfica, que nos habla de espacios urbanos secuestrados de lo cotidianamente perceptible y llevados a unos parámetros que se rigen por leyes propias.

En estas obras se utiliza la luz como vehículo expresivo, una luz que no responde a la veracidad de una determinada hora o estación, sino, más bien a una disposición parecida a la que podríamos encontrar en la escenografía teatral de una obra representada.

Es una luz estática, intemporal y dominadora, que tiene más que ver con lo metafísico que con el sol y con lo premonitorio más que con lo acontecido.

Todas estas observaciones, reflexiones que el autor va depurando sobre su propia obra, marcan un camino incierto y lleno de dudas, en el que lo intuitivo sorprende por su presencia constante y decisoria, y en el que más se conoce lo que no se quiere hacer que lo que se pretende.

En este orden de cosas puedo aseverar que este trabajo no tiene vocación de simbolista ni de narrativo, que no quiere tener nada que ver con lo literario, que ese es otro arte y bien distinto, por cierto.

Aquí se trata de plasmar en una imagen un universo de emociones que tienen mucho que ver con la contemplación, con la estética, con la mística, con mucho de lo que no puede ser contado, sino mostrado y que por supuesto no pretende contar ninguna historia ni aleccionar con algún tipo de moraleja.

Mostrar, sólo mostrar quizás una cara oculta de la vida que nos rodea y que tan compleja y esquiva se nos hace a veces.

Esa es la intención y el trabajo del artista, difícil y comprometido, que tiene que ver con lo mágico, lo intuitivo y lo solitario, pero que en la medida en la que va surgiendo minimamente aporta una dote de felicidad maravillosa.