-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

Aunque las pinturas que nos ofrece Conxa Bravo en esta exposición llevan las señas de culturas que provienen de otras geografías, estas mujeres pariendo lunas, máscaras y fieras heridas, también son transmutaciones de arquetipos universales. En sus andanzas por la India y África, la artista ha ido coleccionando visiones y sumiéndolas en su pequeño planeta personal. Son familiares no solo porque el arte que llamamos primitivo nos haya ayudado a amaestrar las sorprendentes visiones de horizontes lejanos, sino porque todos llevamos dentro las dimensiones de lo mítico. Una prueba de ello es que los niños ya las recrean sin modelo alguno. Claro, cada uno sueña con estos seres, los lleva consigo y los expresa a su propia manera, aunque inconscientemente, en la vida diaria. El mérito de la artista es haberles dado una expresión tan personal e inmediata. Cada cuadro es como un diminuto carnaval ... cósmico en el cual rehace la ecuación del Big Bang, un tremendo choque de elementos radicalmente dispares que se proyectan sobre la retina con todos los colores del arco iris. Además, es propio recordar que la luz surge de la violencia, y no regresa a la violencia. Lo que hace la pintora aquí es extraer alegría de la dolorosa experiencia cotidiana. Según esta lógica, se puede comparar el efecto de estas pinturas al de aquellos sondeos acerca de la felicidad, que revelan que los habitantes de los países pobres son más felices que los que viven en los países industrializados. Al leer los resultados de tales estudios, uno cae en la cuenta que no nos ayudan a olvidar los sufrimientos que viven estas personas, sino a poner en tela de juicio nuestra concepción misma de la felicidad.