Exposición en Valencia, España

Cor de guix

Dónde:
La Nave / Nave, 25 / Valencia, España
Cuándo:
29 mar de 2007 - 12 may de 2007
Organizada por:
Artistas participantes:
Enlaces oficiales:
Web 
Descripción de la Exposición

Ximo Amigó, del lápiz a la tiza

Octavio Paz, en un ensayo incluido en el libro de Valerio Adami Disegno & confessioni, indica que hay artistas que son primordialmente dibujantes, y otros que, en cambio, son coloristas. "La vista, que es medida y distribución del espacio, guía la mano del dibujante; el tacto, dirige el ojo del colorista". La reflexión continúa de una manera muy sugerente ("para el pintor, mirar es un poco como tocar, y por eso se dice que hay colores cálidos y fríos"), y propone dos grandes escuelas pictóricas: los hijos de la línea y los hijos del color. Y sentencia: "Valerio Adami pertenece sin duda a la primera".

Lo mismo diría yo de Ximo Amigó. A mi parecer, pertenece a la escuela de los hijos de la línea. Evidentemente, como también ocurre con Adami, el color juega una parte muy importante en su obra, pero lo que dota ... de nervio su trabajo artístico es la perfección del trazo. La maestría en la composición, en la matemática, en la perspectiva, en la distribución en el espacio, en el equilibrio de los diferentes planos. El color es un complemento fundamental –ya digo que Amigó los combina con habilidad, pero lo que de verdad nos conmueve, por encima de las coloraciones llamativas y vivas, es la forma de resolver los volúmenes, y especialmente los cuerpos humanos.

Giorgio de Chirico, en Memorias de mi vida, lo expresa de otra manera, con más contundencia: "Si hoy mi maestro Mavrudis estuviera en Roma podría dar clases a todos nuestros ‘genios’ modernos y enseñarles que antes de ser cezannianos, picassianos, soutinianos o matissianos y antes de tener la emoción, la angustia, la sinceridad, la sensibilidad, la espontaneidad, la espiritualidad y otras tonterías por el estilo, harían mejor aprendiendo a sacar una buena y bonita punta a su lápiz e intentando después dibujar bien un ojo, una nariz, una boca o una oreja con dicha punta". Las Memorias de De Chirico están repletas de frases de este estilo: nada le molesta más que el esnobismo, la afectación, la impostura, la falsa modernidad. Dibujar, hay que dibujar: y antes de eso, hay que sacar punta al lápiz, a ser posible de marca Faber: "cortando la madera alrededor de la mina con cuidado y simetría y no de ese modo chapucero que usan muchos que hace aparecer la punta del lápiz como una uña de pulgar deformada por congelación".

La vista y la línea

Y, sin duda, Ximo Amigó sabe sacar punta a su lápiz. Tiene un gran dominio del trazo, una prodigiosa sensibilidad para dotar la línea de volumen, para impregnar el dibujo de contenido. Los cuerpos femeninos –y particularmente las piernas de las mujeres—atesoran toda esta expansiva sensualidad: una sugerencia, un erotismo a medio descubrir, que recuerda algunos dibujos de Arístides Maillol, o incluso los tersos apuntes de sanguina de Genaro Lahuerta. No nos tiene que sorprender que aquellos pies con zapato de tacón, aquellas piernas que tienen algo de Marie Claire (y que tan bien entroncan con su expresión Pop), hayan sido muy celebradas, y muy pedidas por las galerías. Y no solo por la sensualidad del pie femenino, de aquel sabot de Madame Bovary a un paso del fetichismo, a un paso del relato erótico del siglo XVIII (como Le paysan perverti, donde hay una famosa escena de adoración de los pequeños pies femeninos). No sólo por eso, sino también porque Ximo Amigó combina la potencia de su lápiz afilado y, como diría De Chirico, de punta simétrica, con toda clase de estímulos, para producirnos sensaciones y en algunos casos hacernos "despertar". Las curvas del cuerpo femenino, el gesto, el movimiento, todo estimula la imaginación y nos pone alerta.

Pero la Serie Ullar es mucho más que eso, mucho más que una sugerente percepción de la feminidad. En realidad, "el eterno femenino" tan sólo ocupa una parte –aunque sustancial—de su trabajo. Porque el elenco de gestos continua con diversos oficios, con distintas actitudes de personajes, que engloba bajo el epígrafe genérico de "manipulador". En este sentido, los títulos de estos cuadros son algo extraños: "Mago", "Recogedor de manchas", "Manipulador", nombres de las piezas que parece que aluden al proceso de creación de aquellas obras. De este modo, en la contemplación del itinerario pictórico de Amigó se establecen dos planos de acción, el del proceso creativo (pintar, combinar, mirar, recombinar, limpiar, pulir...) y el de la obra hecha (aquel auténtico repertorio de carnosidad impelente). Si las obras sobre los cuerpos femeninos no llevan titulo (porque ça suffit), en cambio las del proceso "manipulador" a menudo van etiquetadas con alguna alusión al acto pictórico. Sea como sea, hay en definitiva todo un trabajo de síntesis de gestos y de acciones, y todo ello combinado con el uso de carteles, letras, números, dibujos, fotografías, y que, como bien advierte Fernando Castro, imponen al espectador un espacio visual híbrido, heredero del método del collage.

El tacto y el color

"El color es el esfuerzo de la materia para devenir luz" decía Gabriele D’Annunzio. Hay en el color alguna cosa de matérico que, en efecto, remite al tacto, a la relación íntima y algo enigmática. Ximo Amigó, además de la técnica del dibujo (donde es la vista la que guía el trazo), también trabaja con el tacto el color. En algunos de sus autorretratos el propio pintor aparece con una mancha de azul o de rojo en las manos, como tocando los colores, valorando si son adecuados, si son cálidos o fríos. Como dice Francisco Carpio, el pintor está como modelo y como protagonista del acto de pintar. Aparece combinando (manipulando) los colores, las manchas, que recoge del suelo, o que sitúa sobre la obra. O poniendo sobre el lienzo una placa de metacrilato pintado, un elemento indispensable de su composición, que interactúa con la línea, el color y el collage. Ximo Amigó consigue con una sorprendente habilidad que estas diversas pulsiones encajen a la perfección. Y, de este modo, a medida que vamos asimilando su pintura, su, digámoslo así, programa iconográfico, vamos avanzando en la lectura de su obra. El color, los lemas (a menudo tan sólo apuntados, con palabras como "Despierta", "Passion", "Res" , "No se", "Por la A"), los collages (en los que se repite aquel juego dual del dibujo de una seductora pierna femenina y del neumático del automóvil deportivo, con una clara actitud crítica sobre la relación entre ambos), el metacrilato pintado que emborrona partes de la imagen, los golpes de color (ocres, azules, naranjas, bermejos,...), todo eso crea un cosmos muy propio y singular.

Del lápiz a la tiza

El pintor Renoir escribía sobre la dificultad de saber encontrar el punto exacto en el que detener en una obra "la imitación de la naturaleza". ¿Qué es lo que el artista tiene que enseñar, qué es lo que ha de imitar y dónde ha de poner el punto de personalidad, incluso alejándolo de lo verosímil? Ximo Amigó copia la naturaleza (y la expresión de las emociones humanas), pero ya digo que ha sabido encontrar una forma de manifestación propia, un muy difícil equilibrio de gestos personales. Su pintura ha ido evolucionando poco a poco, desde los metacrilatos pintados sobre madera, hasta este repertorio de cuerpos humanos en los que el trazo se impone al color.

En esta exposición, titulada "Cor de guix" (es decir, "Corazón de tiza"), su investigación se centra sobre otros aspectos del cuerpo humano y de la naturaleza, desde una actitud casi de naturalista que escudriña los objetos de su interés. En este caso, en lugar del lápiz es la tiza o clarión la que efectúa el trazo sobre un fondo oscuro, como si se tratara de una pizarra o encerado. En este nuevo trabajo hay una especie de homenaje a algunos de sus antiguos profesores universitarios (como Carlos Plasencia), que realizaban en la pizarra de clase dibujos excepcionales de anatomía, tan impresionantes como necesariamente efímeros. Pero, además, en este nuevo proceso, en el que sin duda destaca su soberbio y casi aturdidor "San Sebastián", hay una búsqueda de un nuevo léxico, de una nueva iconografía, que puede enlazar con su repertorio anterior, pero que también puede tener unas inesperadas y potentes posibilidades de innovar y de abrir líneas de investigación. Por tanto, en esta exposición de Ximo Amigó estamos en un de esos puntos de inflexión, tan necesarios en la creación, en los que se entrevén nuevas posibilidades. Esta es la fuerza singular y la gran originalidad de esta muestra: la aparición de un lenguaje nuevo, de unas manifestaciones estilísticas, si no totalmente cambiadas –aún está el metacrilato pintado, pero en cambio desaparece el collage-, sí que muy arriesgadas y diferentes.

En cualquier caso, Ximo Amigó es hijo de la línea. Esta es la gran protagonista en su obra. Y ni un sólo día sin ella. Nulla dies sine linea. De lápiz o de tiza…

 

 
Imágenes de la Exposición
De la serie COR DE GUIX. Metacrilato pintado sobre técnica mixta y tablero. 100 x 100 cm.

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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