-------------------------------------------------------

-------------------------------------------------------

Antón Goyanes se dio a conocer en Vigo a finales de los sesenta con exposiciones individuales y con las primeras ediciones 'Atlántica' en exposiciones colectivas, pues aunque Goyanes nació Monforte es Vigués de toda la vida.

Si no me falla la memoria, la última vez que pude ver expuesta la obra de Goyanes fue hace casi dos años en la galería PM8 de nuestra ciudad y en ella me quedó claro que Antón sigue siendo el artista que impregna de lirismo todas sus telas, casi como si anduviera caminando de puntillas. Tal es la sensación de tranquila quietud que se respira en sus telas al contemplarlas con calma, porque Goyanes es un lírico que ha sido concedido a su numen el don de la objetividad descriptiva, de la visión desinteresada y directa ... de las cosas, que para muchos importa sólo una desviación de los procedimientos naturales del arte, del sentimiento y la palabra, empeñada en una estéril rivalidad con las que tienen el dominio de lo plástico; pero que para mí vale tanto como cualquier otra forma o inspiración de poesía, siempre que la luz transfiguradora de lo bello, que hace chispear la lágrima cristalizada por el arte, se refleje también en el relieve de la línea o sobre la mancha de color.

Pero no solamente habría que detenerse en este lirismo abstracto, sino también en otras cualidades plásticas que brotan de su obra: la jugosidad de la materia, la abundancia de sutilezas, el deleite en lo pictórico al modo tradicional, las huellas de la formación académica, los guiños Goyescos, etc. En todos estos matices, parece anidar una especial tensión entre la renuncia a la composición o al tratamiento de los materiales pictóricos, siguiendo la tradición y su larvada pervivencia. Tal vez por eso mismo no asistimos a la coetánea exaltación de la materia o de la gestualidad y si apreciamos, en cambio, de qué manera ambos rinden pleitesía a lo pictórico, invocando para ello procederes tan consagrados como las veladuras, los efectos lumínicos, las focalizaciones en la composición, las huellas de la espátula y del pincel, y tantos etcéteras que hacen de Goyanes un maestro en el cultivo del matiz cromático que en él, fluye con desinhibición, sin prejuicios puritanos, reinterpretando desde refracciones inéditas la abstracción y el lirismo, meciéndose en los parajes insondables del color y del espacio.