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La Fundación Francisco Godia muestra en su colección permanente una obra singular: ... tres estudios preparatorios de Luca Giordano para el friso monumental dedicado a la Batalla de San Quintín, del Monasterio del Escorial. Pintados al óleo sobre tela, estos bocetos reproducen de manera fiel el espíritu de la obra, para que el rey, Carlos II, pudiera aprobarlos.

Entorno a esta pieza, el comisario, José Milicua, ha articulado un discurso que permite apreciar toda la riqueza y complejidad de este periodo: desde las postreras manifestaciones del barroco, al rococó, el neoclasicismo y el romanticismo, con una especial atención a la obra de Goya, que revolucionó el arte de su tiempo. La pintura del Siglo de Oro español, con su grandeza única, ha dejado en segundo término el siglo XVIII, mitológico, religioso, realista o galante. Esta exposición constituye una reivindicación en toda regla.

Goya, mitología y realismo

De Goya se presentan dos obras muy referenciadas pero poco conocidas: Sacrificio a Vesta (1771) y Sacrificio a Pan (1771). Revelan el interés del artista por los temas mitológicos, a raíz del viaje a Roma del año 1770. Junto a estas piezas, un Goya clásico, el retrato de Asensio Juliá, actualmente en el Museo Thyssen-Bornemisza. Amigo y discípulo de Goya, Juliá fue uno de los precursores del romanticismo pictórico. Goya lo retrató en distintas ocasiones. En el cuadro que puede verse en la exposición, aparece vestido con una bata de terciopelo, junto al andamio que utilizó para pintar la más importante de sus obras: la decoración de la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid. La Dueña de la duquesa de Alba con el infante Luis de Berganza y María de la Luz fue adquirida en 1985 por una colección particular de Madrid, mientras que La obra, con la conducción de un sillar, propiedad de Planeta Corporación, SRL, es una de las pocas obras de pintor aragonés en Cataluña. Sorprende su realismo y la carga social. Procede de la antigua colección de los Duques de Osuna, en el Palacete de la Alameda, en las afueras de Madrid.

Lo sagrado y lo profano

Todos los pintores que se presentan en la exposición tienen en común que trabajaron para la corte. Corrado Giaquinto fue pintor de cámara de Fernando VI. Pintó en el Escorial y en Aranjuez y ejerció una influencia decisiva sobre el joven Goya. En la exposición se muestra una escena mitológica, Venus y Cupido, y un óleo de tema religioso: la Apoteosis de Santa Teresa, que muestran la dualidad esencial de este período. Entre los seguidores de Giaquinto cabe destacar a Antonio González Velázquez, de quien se expone La fragua de Vulcano (1752), una composición en claroscuro, de gran impacto visual.

El neoclasicismo

Otra figura destacada es Anton Raphael Mengs que, como el italiano Giaquinto, llevó a cabo la mayor parte de su obra en la corte de Madrid. Nacido en Bohemia y formado en Italia, es una de las figuras principales del neoclasicismo. El autoretrato del artista, de 1774-1777, es una pieza extraordinaria, por su naturalismo y profundidad psicológica. Mengs tuvo un gran impacte en el arte español. Francisco Bayeu, de quien se expone un óleo de 1769, Pentecostés, creció como artista a su lado. Se trata de un esbozo, muy terminado, de la obra que realizó en el claustro del convento de San Pascual Bailón, en Aranjuez. Las figuras adoptan una actitud contenida, la manera de iluminar prescinde del contraste del claroscuro, mientras que la composición responde a esquemas y proporciones clásicas. Mariano Salvador Maella fue también un pintor clasicista que recibió la influencia de Mengs. En la obra que se puede contemplar en la exposición, La caída del mulo (1777-1778) convierte una escena de costumbres en una estampa idílica.

La belleza ideal de los Tiépolo

Giambattista Tiépolo y su hijo Lorenzo encarnan el gusto rococó, que se caracteriza por la sensualidad y la elegancia, mediante un delicado trabajo de luz y color. Nacidos en Venecia, los Tiépolo llegaron a la corte de Carlos III rodeados de un sólido prestigio internacional. Pintaron los techos del Palacio Real y una serie de cuadros para el convento de San Pascual, en Madrid. Los colores claros y luminosos representan la belleza ideal. Alejandro y Campaspe en el estudio de Apeles (1722-1725) de Giambatista Tiépolo, es una alegoría de la pintura, a partir de un tema que recoge Plinio el Viejo. Apel·les, considerado el mejor pintor de la antigüedad, pintó un retrato de Campaspe, la concubina de Alejandro Magno. Alejandro se quedó el cuadro y libró a Canaspe al pintor para que fuera, para siempre, su modelo. De Lorenzo Tiépolo se expone un pastel sobre cartón, de tema religioso: Cristo presentado ante el pueblo o los improperios.

El mundo material y el conocimiento de la naturaleza

La exposición incluye un bodegón de Luis Meléndez y dos pinturas acuareladas de Luis Paret Alcázar. El arte de Meléndez se caracteriza por la precisión, el gusto por el detalle y el virtuosismo técnico. Pintar bodegones es una forma de poseer el mundo por vía espiritual. Las pinturas de pájaros de Luis Paret Alcázar anticipan el espíritu de la ilustración. Muestran diferentes aspectos de la anatomía de las especies que retratan y se acompañan de una leyenda con el nombre, como si se tratase de una lámina científica. Luis Paret Alcázar es autor también de una acuarela de tema galante: La celestina y los enamorados (1784).

Hacia el romanticismo

El recorrido se cierra con dos obras de Vicente López. Aunque la composición de Zarza ardiente (1798-1800) recuerda ciertas obras de Giambattista Tiépolo, la intención es muy distinta. Destaca el realismo de las figuras y el dramatismo de la escena, con la figura de Moisés que anticipa a los héroes del romanticismo. El Retrato del canónigo Liñán (1835), es una obra representativa de la madurez del pintor, cuando se convirtió en el artista favorito de la aristocracia y de la alta burguesía de Madrid.