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El CGAC tiene una colección formada por más de mil obras de arte y lleva años realizando exposiciones en las que se han ido enseñando sus fondos conjuntamente con los de la Fundación ARCO. Unas veces el propósito ha sido simplemente el mostrar las nuevas adquisiciones realizadas por el centro a lo largo del año (y principalmente las relacionadas con la feria internacional ARCO); otras veces se ha intentado crear una temática o un discurso expositivo en el que poder aunar un grupo de piezas que, por sus particularidades intrínsecas, podían conformar una selección de carácter grupal. El realizar una exposición como esta nos ha planteado diversas cuestiones. Intentando seguir unas pautas generales, nuestra primera intención ha sido la de mostrar piezas que no se hubiesen expuesto con anterioridad, bien por ser nuevas adquisiciones realizadas a lo largo del último año, bien porque no hubieran encontrado su lugar en muestras anteriores. Una vez realizada esta primera toma de contacto, nos planteamos hacer una elección de aquellas piezas que nos ayudasen a crear esa distancia crítica. Queríamos que no hubiese estridencias, ni colores fuertes, ni temáticas hostiles, obras que lejos de atraer al espectador por dichas características u otras similares, provocasen en él la necesidad de pensar debido a la tranquilidad que transmiten, por su frialdad, por su saber estar dentro de las salas de exposición; concebirlas en el imaginario visual con otra mirada… la que da el tiempo y la distancia.

Por poner un ejemplo, obras como la serie Closed (2006-2007) de José Luis Santalla, fueron claves en la selección de otras piezas. Una pieza formada por cuarenta y cinco fotografías en la que el artista retrata a gente con los ojos cerrados, es la primera obra que se ve al llegar a la entrada de la muestra. Resulta paradójico que la obra que dé paso a la exposición sea un mosaico de personas fotografiadas con los ojos cerrados… Creemos que es bastante descriptivo de lo que pretendemos lograr del espectador, convirtiéndose en un comienzo perfecto para adentrarse en el recorrido a seguir. Nuestra pretensión es precisamente invitar al visitante a dejarse guiar, a que cierre los ojos y se deje llevar por las sensaciones, por los sentimientos… y es que esta es una exposición en la que tanto las primeras como los segundos están muy presentes. Junto a esta serie nos encontramos la pintura Untitled (2004) de Katharina Grosse. Una pieza majestuosa que preside la primera sala y que, con sus ocho metros de largo no deja indiferente al espectador que la contempla. Pero, incluso con la fuerza que transmite por su enormidad, por su color, por sus formas redondeadas, o por esa tensión que pone el espacio en su sitio, esa fuerza transmite una absoluta tranquilidad, que no perturba en ningún momento el discurrir sereno del espectador durante su conexión con lo que está observando.

Siempre hemos pretendido que, a través de las obras seleccionadas, el espectador tuviera la oportunidad de adentrarse en un mundo en el que los sentimientos aflorasen en su piel a medida que fuese caminando entre las obras, tranquilamente, de sala en sala. Queríamos que todas y cada una de las obras invitasen al paseante a tomarse su tiempo admirándolas, bien por su belleza –serie Faros (2003), de Andrés Pinal–, por su hipnotismo –serie Gramas (1972) de Manuel Facal, por su fuerza –Untitled (2004), de Katharina Grosse–, por su maestría en el detalle –Carcere VI. The Smoking Fire, After Piranesi Prisions (2002), de Vik Muniz–, por su capacidad de sugerencia –Zapato (2001), de Eva Lootz–, o por cada una de las características con las que cada individuo, cada espectador, quiera dotarlas.

Todas ellas funcionan como elementos individuales, con su propia vida, con su propia entidad, pero a la vez generan vínculos entre sí que hacen que la gente que entre a ver la muestra vea las piezas desde multitud de perspectivas distintas, tantas si cabe, como número de personas, pues si algo tiene el arte es que permite ser leído, entendido, observado y aceptado de múltiples formas.