Las pinturas que han tomado prestado, con una leve modificación, el título del poema “Donde habite el olvido” de Luis Cernuda, abordan, desde el cuestionamiento de la naturaleza de la imagen y de lo representado, aquel espacio ocupado por el olvido, de ausencia de recuerdo, de la memoria perdida. Imágenes construidas a partir de una delineación persistente, automatizada y obsesiva, pero meditada e intencionada en su finalidad borradora. El gesto absorto, que en su sucederse a sí mismo, dibuja no un lugar, sino un tiempo, deviene trazo desaprendido, destecnificado y sin sofisticación alguna como signo de ocultación, del olvido de sí. Pintar la palabra ausente, el no decir diciendo, caligrafía del silencio, pintar tachando.