Desde hace mucho tiempo el hombre ha estado interesado en contar cuentos, forma parte de la naturaleza humana, o bien sentados alrededor de una hoguera mientras cocinas un animal muerto, o bien a través de una canción, un cuadro, un dibujo, una tirada cómica, un programa de televisión, un cartoon o una novela. Los humanos necesitan creer y hacer creer. Prueba de ello a gran escala son por ejemplo la religión, la política y la historia.

En esta exhibición resucito mis experiencias como un oyente atento de historias, personajes que posiblemente conoces pero no reconoces. Podría ser como un amigo del colegio que hace tiempo que no ves.

Aquí no encontrarás ningún pensamiento profundo filosófico ni conceptos complicados, es el arte de un ... inocentón. El arte de hacer cartoons es el de exagerar como cualquier buen comediante. Estos cuadros puede que te hagan pensar pero solamente tras unas risas.

Esta colección de obra es como un buen plato de cocina casera elaborada a base de los blues, country antiguo y rock and roll garagero, mezclado con los cartoons de la misma época y un jugueteo infantil. Mi obra no pertenece ni tiene intención de pertenecer a ningún palacio de oro, pertenece a la gente de a pie donde no hay genios ni tratos especiales, donde si quieres hacer algo lo haces sin preguntarte por qué, pertenece a la voz del pueblo; simple, estúpido e irreverente.

Todo en mi obra son bromas, son todo tonterías; los serios que se queden en casa en su habitación a oscuras y filosofeen sobre la vida que no viven.